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BERDACHE:
eso raro, eso otro, que interroga.
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Cotidiano Mujer Nº34
Año
2001
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Carlos
Etchegoyhen.
"Las
vías de la sexuación son múltiples. Y no hay ninguna razón seria para
suponer, a priori, de que una resulta mejor, o es más avanzada, o preferible,
que otra. /.../ El axioma según el cual existen diferentes vías de acceso
del sexo, o de inscripción en el sexo, nos ofrece así la posibilidad de
estudiar estas diferentes vías sin tener que admitir a priori que algunas
son normales, y otras perversas." Sea.
Con esta
cita de Jean Allouch comenzaba, el 17 de junio del pasado año 2000,
la presentación que yo hiciera en el Seminario que Raquel Capurro desarrollaba
, en Montevideo y en el marco de las actividades de la école
lacanienne de psychanalyse , y que hoy ofrezco -abreviado y
comentado- a Cotidiano Mujer.
Hace ya
un buen tiempo que algunos psicoanalistas han comenzado a preguntarse,
estudiar, informarse y poner en cuestión algunos aspectos que, como al
descuido, han sido olvidados, escasamente valorados, e incluso obviados,
durante largos años y desde una cierta "ortodoxia" (!) psicoanalítica:
me refiero, más concretamente, a cierta persistente prescindencia acerca
de las producciones del campo de los estudios de la mujer, del movimiento
feminista, de los estudios de género y, muy significativamente, de los
gay and lesbian studies.
Llama
la atención esta singular omisión en el psicoanálisis, habida cuenta que
como bien señala Allouch, el mismo ha sido y es - ¿ o debería ser? - una
erotología de pasaje. Asimismo preocupa la particular
y sostenida suspicacia -casi inevitable, y por demás comprensible -, que
esos mismos ámbitos relegados han exhibido, hacia las reflexiones psicoanalíticas,
en general, descuidando el interés por su más reciente producción, y en
particular las vinculadas al género, y la/ s sexualidad/es.
Hoy resulta
inimaginable suponer, siquiera, que hubiera sido posible el advenimiento
del psicoanálisis sin el inevitable, y necesario, correlato de tantas
investigaciones hechas, en su época, sobre las sexualidades "al uso".
En tal
sentido resultan esclarecedores los trabajos que, a punto de partida de
la "Historia de la sexualidad " de Michel Foucault, han desarrollado,
a lo largo de estos últimos años, y más recientemente, Vernon A. Rosario,
David Halperin, Judith Butler, Leo Bersani, entre otras y otros, acerca
de las llamadas "minorías sexuales", y de su estrecha interrelación
con el psicoanálisis.
Capurro
señala, acertadamente, que los gay and lesbian studies,
"centrados en un primer tiempo en la cuestión homosexual, se vieron
llevados en el movimiento mismo de la investigación, a interrogar un campo
mucho más amplio constituido por las diversas modalidades de la sexualidad
humana", y a retomar la respuesta que Lewis Caroll pone en boca de
Alicia: 'los nombres sirven a quienes los dan', ¿Al
servicio de qué proyecto, pues? ¿De qué poder? "
El reconocido
helenista e investigador David Halperin, desplegó, en 1987, y desde una
perspectiva similar a la de Allouch, esta serie de agudos interrogantes:
"¿Es
que el 'pederasta', ese griego adulto y de la época clásica, hombre casado,
que goza regularmente de penetrar sexualmente a un adolescente, comparte
la misma sexualidad que el 'berdache', ese indio americano
que desde la infancia adquirió aspectos varios de la mujer, el cual es
penetrado, regularmente, por un adulto con el cual está casado, en una
ceremonia pública, públicamente reconocida por la sociedad?"
"¿Y
este último, acaso, comparte la misma sexualidad que ese guerrero
de una tribu de Nueva Guinea, quien desde la edad de ocho años hasta los
quince, fue inseminado todos los días, oralmente, por jóvenes mayores
que él, y que, después de años de inseminación oral, se casará con una
mujer adulta y tendrá niños?"
" ¿Es
que alguna de estas tres personas comparten la misma sexualidad que
el homosexual moderno?"
Precisemos,
sólo en relación al berdache, y como una primera aproximación,
que "cuando los primeros conquistadores llegaron al Nuevo Mundo,
a inicios del siglo XVI, se encontraron con que ciertos aborígenes, varones,
se vestían con ropas de mujeres y practicaban la sodomía /.../ fueron
descritos con el término obsceno y peyorativo de bardaje (o bardaxa),
una variante hispánica del árabe bardag. Un siglo más tarde, cuando
los primeros misioneros franceses intentaron definir el fenómeno, emplearon
la palabra bardache, una derivación francesa del término español."
La palabra
árabe era empleada -en un primer momento, y en exclusividad-, para el
cautivo, joven y varón, destinado para uso sexual de su dueño; y ha sido
con esa misma connotación - servil y erotizada - que fue trasmitida al
español (a través de los moros). En el siglo XVI fue adoptada por los
italianos - como bardascia o bardasso - y con un
sentido similar: pero será recién en francés (bardache) que llegará
a ser usada - sobre todo en la jerga policial- para aquel varón que buscase
encuentros sexuales, callejeros, con otros varones.
(Esa palabra
provendría, originalmente, de varta, una antigua expresión iraní
que se utilizaba para referirse a un prisionero, ya detenido, o capturado,
o bien agarrado (¿enculado?); posteriormente, en persa, se le aplicó el
término a alguien joven y cautivo -o bien esclavo-, fuera este varón o
mujer.)
Para Courouve
el término francés bardache sufrió una "permutación transatlántica"
al llegar a América, y devino berdache a principios del siglo XIX;
y fue, en ese entonces, usada ya sólo para referirse, ¨a un varón amerindio
que adoptaba ropas y rol femeninos... y que a veces tenía funciones menores
de carácter mágico, o bien sacerdotal."
(Y así fue
que la empleó Washington Mathews, en 1877, para designar al máti de
las tribus Hidatsa (en la zona franco-canadiense, y en el Oeste medio
norteaericano), y J. Owen Dorsey, en 1890, al estudiar ciertos cuentos
Lakotas. Pero será recién en 1902, sin embargo, y a través del estudio
etnográfico de Alfred Kroeber sobre los Arapahos, que la palabra se tornará
de uso habitual en la terminología antropológica, y en frecuentes ocasiones.)
En Norteamérica
el término continuaría usándose, desde esta última acepción, hasta el
día de hoy, ahora ya con una finalidad muy concreta: desde el punto de
vista etnográfico y/o antropológico, aunque no exento de sexismo, racismo,
y clasismo. Inadvertidamente, deberíamos creer.
Es este azaroso
devenir del término berdache - desde Irán a América del Norte -
el que hace posible que Allen denuncie - con preocupación- que el término
está siendo "aplicado (o mejor dicho, mal aplicado) para lesbianas
y varones gay en las sociedades amerindias. Si la palabra árabe tenía,
originalmente, el sentido de designar a un muchacho esclavo sexual, o
a un niño varón usado sexualmente por adultos, entonces como tal no tendría
relevancia para los amerindios, varones o mujeres/... /puesto que allí
no había muchachos esclavos, y que el término cambió aun más cuando fue
llevado a Norteamérica (donde, además, no había una tradición de homosexualidad
vinculada a la diferencia de status o edad)".
Roscoe, no
obstante, reconoce que existen un conjunto de rasgos bastante coincidentes
en los llamados berdaches, y que más allá de singularidades propias
a cada tribu o etnia, harían posible un uso más genérico del término:
"a)
Roles laborales especializados - varones y mujeres berdaches son
típicamente descritos en términos de sus preferencias y realizaciones
en el trabajo característico del sexo 'opuesto' y/o en actividades singulares
(unique) y específicas a sus identidades;
b) Diferencia
de género - sumado a sus preferencias laborales, los berdaches
se distinguirían de hombres y mujeres en términos de temperamento, vestimenta,
estilo de vida y roles sociales;
c) Sanción,
o bien promulgación, espiritual - se cree ampliamente que la identidad
berdache resulta de la intervención sobrenatural, en forma de visiones
o sueños y/o es promulgada por la mitología tribal;
d) Relaciones
del mismo sexo - los berdaches, muy a menudo, constituyen relaciones
emocionales y sexuales con miembros del mismo sexo, pero no-berdaches."
Resulta,
además, significativo el que, en demasiadas oportunidades, la elección
sexual de estos partners se viera estimulada por el importante
logro económico que éste aportaba al cónyuge, y a su núcleo familiar,
en una clara opción - no tan fantasmática - de apropiarse de un valor,
y a través del trabajo de otro. Y significativo resulta, también, que
el autor no perciba, o no señale, que este interés de lucro esté ligado
a la sumisión de un otro género.
En años recientes,
diversos antropólogos - fundamentalmente los autoproclamados gays y/o
amerindios - han intentado reemplazar el término berdache -considerado
ofensivo-, por el de Two-Spirit, o incluso por el denominado rol
"hombre-mujer", o también por "part-man, part-woman",
insistiendo, al igual que Allen, en que "no todas las tribus aborígenes
describen el rol precisamente de la forma habitualmente descrita; y cada
tribu tiene su propio término para ello."
(A modo de
ejemplo mencionemos algunas de las expresiones usadas en las lenguas originales,
en el bien entendido que la totalidad de las mismas superarían el centenar:
winkte (Lakota), miáti (Hidatsa), l'hamana
(Zuni), alyha/nwame (Mohave), boté (Crow), nádle
(Navaho), dedjángtcowinga (Winnebago) e incluso, en
Sudamérica y entre los Mapuches, se dice machi . )
En Lakota
el término wink' te está constituido por dos raíces: win,
que signica mujer, y kte, que de manera enclítica, aludiría a un
eventual tiempo futuro, o mejor, condicional (en inglés: would-be woman).
'Sería mujer', 'Probable o posible mujer'.
En la religión
Oglala (de los Lakotas, denominados Sioux) según William K. Powers, estos
winktes "fueron o son hombres que soñaron con una mujer sagrada
(wakan), o con un búfalo hermafrodita denominado pte winkte,
y ello determinó que les fuera requerido comportarse -en adelante- como
una mujer, en oportunidades hasta casarse con hombres, y hacerse cargo
de las tareas hogareñas adjudicadas a las mujeres." (Precisemos que
decir "hemafroditismo" alude a una terminología, conceptualización,
y sistema de valores, más seguramente vinculados a la psiquiatría occidental,
impensables en un locutor indígena.) Los berdaches "si bien
eran vistos como gente sagrada , no podían reunirse entre sí, sino constituirse
en su rol en solitario. Una de sus principales responsabilidades era dar
nombre a los niños." (ídem).
Esta suerte
de 'culto' berdache parece estar relacionado, también, con el 'culto
de la Doble Mujer (en Lakota Anukite ihanblapi), cuya legenda
narra que fue una hermosa mujer, sobrenatural, casada y con hijos, que
cometiera infidelidad. Y por esto último, desde entonces, fue portadora
de dos caras: una tierna y seductora, la otra lasciva y aterradora. (En
lo que parecería una clara producción sincrética, afín con el pensamiento
occidental y cristiano, puesto que una valoración de este estilo no reconoce
estrictas raíces aborígenes.)
El varón
que soñaba con la Doble Mujer debía elegir entre los utensilios
propios de varón, o bien aquellos de mujer; en caso de elegir estos últimos
era considerado winkte wakan, y así tendría especiales aptitudes
para las actividades artesanales y ornamentales ( bordado, teñido de pieles
y telas, o bien cestería, o cerámica), siendo muy reputado y bien considerado
por ello.
Otro destino,
sin embargo, parecía deparar el sueño a las mujeres que soñaban con la
Doble Mujer pues, si bien heredaban poderes para seducir muchos
hombres, por ello mismo eran temidas y no consideradas normales... como
ciervos de cola negra ( 'Black-tailed woman', Sinte saplelawin).
(Esta singular
asimetría, una vez más, denota un particular sesgo sexista, no siempre
presente en las tradiciones indígenas, en especial por la categorización
de "no normales", y la sanción, puntual, al adulterio femenino.
Por otro lado una formulación de este estilo ignora, o bien deja de lado,
una investigación que actualmente se está desarrollando, y que concierne
a las berdaches: ese constructo histórico no siempre percibido,
ni estudiado con tanta minuciosidad, como el de los winktes
(Lakotas). Sobre este aspecto, el de las mujeres devenidas "part
man-part woman" desarrollaremos - a futuro - una específica línea
de trabajo y reflexión.)
La doble
faz en los berdaches remite, también, a la posibilidad de respuestas
dobles o alternas, al estar enfrentados a un interrogante, simbolizando
ello una suerte de desafío: el poder elegir, y desde una perspectiva adivinatoria,
casi mágica.
Y de eso
se trataba, aparentemente: de elegir una cierta identidad. Aunque esa
suerte de sagrado "mandato" que aparece en sueños despliega,
una vez más, esa oscura cortina - teñida de esencialismo-, que escamotea
la construcción.
El investigador
Hassrick entrevistó a Iron Shell, quien expresara que "un winkte
es un hombre que sueña en vivir como una mujer, y así tener una larga
vida. Lo puede haber soñado cuando era un niño, pero es recién al llegar
a adulto, que un día saldrá vestido de mujer. Y en adelante trabajará
y vivirá como mujer. Estos hombres son buenos shamanes y se llaman unos
a otros de hermanas. Cada uno tiene su propio tipi, porque sus padres
le instalan uno/en el borde del círculo de carpas/, y así pueden
tener relaciones sexuales con hombres. "
El redactor
agrega que, en su opinión, "el grado de perversión era, sin duda,
muy variable, puesto que algunos hombres fueron de buena fe /en el
original: bona fide / con los Winktes y no se
transformaron en uno. Sin embargo, aún para estos hombres, la censura
fue grande. Puesto que el verdadero travestido resultó promulgado tras
recibir instrucción en un sueño, el winkte es reconocido como
Wakan (sagrado). Tiene ciertos poderes curativos y da nombres
sagrados a los niños: lo que se cree una prerrogativa sobrenatural."
(En esta
oportunidad no deja de percibirse, aunque entremezclada con la memoria
folklórica, una impregnación moral y religiosa, de nítida vertiente católica:
apelar a la "buena fe", y en latín (!), es por demás esclarecedor.
Destaquemos, desde otra lectura, el sospechoso uso de una terminología
-¿psiquiátrica? - como la de "perversión", en el testimonio
de un indígena.)
Un otro entrevistado,
Blue Whirlwind, comenta que "existe la creencia de que si un winkte
da nombre a un niño, este crecerá sin enfermedades /Y para ello
/ los padres irán hacia el winkte y flirtearán (sic)
con él /o bien le pagarán con un buen caballo como compensación/ Lo que
quiera que sea que el winkte diga será el nombre secreto del niño;
esos nombres son a menudo inmencionables, y poco usados / y tienen invariablemente
una connotación pornográfica/ Las niñas no tienen nombres dados por el
winkte" (íd.)
Los winktes
no eran repudiados pero sí temidos por esa sociedad -altanera de su culto
del valor en la guerra-, y también particularmente despreciados, siendo
objeto de burlas a sus espaldas, porque "tienen corazón de mujeres,
además de vestirse y actuar como mujeres". Hassrick señala que "
el rol y status de los winktes inspiraba una actitud ambivalente
por parte de los demás Sioux: por un lado eran muy respetados, y por otro
desdeñados." (Ibíd.)
Sin duda
el rol de los winktes despertaba en su comunidad cierta ambivalencia,
mezcla de temor y respeto, de admiración y desdén, de envidia y menosprecio:
pero no resulta claro si ello respondería, originalmente, a sus opciones
sexuales y/o de género, o más bien a sus aspectos mágico-religiosos. Entre
el cúmulo de interrogantes que asoman en el estudio de este particular
género, habremos de destacar el hecho de la aceptación familiar y social,
temprana, del winkte y la existencia de una cierta ritualidad o
culto muy específico; nos preguntamos sobre la aparente incongruencia
de una elección conyugal de alguien que, aunque supuestamente muy denostado
por su estilo de vida, no deja de ser muy valorizado, y apetecido, por
sus logros económicos y sociales; Y, last but not least, resulta
interesante que la deseada nominación de los niños varones de la tribu
descanse en el éxito que sus padres tengan en el flirteo y/o en sus escarceos
sexuales con los winktes.
Otras serán
las apreciaciones que harán autores más recientes, aquellos/as provenientes
de las disciplinas de y sobre género, como asimismo de investigadores
autoproclamados gays. Tanto unas como otras acarrearán importantes discusiones
no sólo entre los antropólogos y los etnólogos, sino también dentro de
los espacios vinculados a los gay and lesbian studies.
Esta singular
temática, desplegada en torno a las sexualidades y /o las vías de sexuación,
enfrenta, no sólo en ese particular ámbito, a esencialistas y construccionistas
de variados campos de reflexión. Ello también interroga, y pone en
cuestión, de ardua manera, al psicoanálisis. Y a todos.-
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