Que
mi mano derecha no sepa lo que hace la izquierda: por un
lado el Papa pide perdón por los pecados de la Iglesia
y por otro lado el Vaticano hace las mismas cosas de las
que se arrepiente primero. ¿En qué quedamos?
El
Papa pidió perdón; De la Rúa pidió
perdón; algunos militares piden perdón por
haber torturado; el presidente de Indonesia pide perdón
por oprimir a Timor Oriental, etc., etc. Está de
moda pedir perdón ¿Borrón y cuenta
nueva? No es así de fácil. Y no lo es para
los miles de cristianos que quieren una Iglesia con conciencia.
El perdón del Papa carece de ella.
Algunas
carencias
El
Papa, que en su Polonia natal, debe haber aprendido bien
el catecismo, sabe que, para confesar los pecados uno de
los cinco puntos exigidos es el del "propósito de
la enmienda", que no es ni más ni menos que la voluntad
de no volver a "caer" en lo mismo. Y, como ser humano común
y corriente que también lo es, sabe que, en materia
de ética, "una culpa no se extingue por el simple
hecho de pedir perdón, sino que es necesario resarcir
a la víctima por el mal que se le ha infringido".
Imaginemos por un minuto la larga lista de demandantes y
pensemos en el remate tan ansiado de los bienes de la Iglesia
para pagar a las víctimas.
Juan
Pablo II pide además un perdón muy particular,
porque es extendido a todos los pecados cometidos por la
Iglesia en toda la historia; generalizando, se olvida de
otro de los puntos del catecismo, el de la verbalización
de los pecados, uno por uno. Si no, no se produce aquello
de "Vete en paz..."
Wojtila
se lava las manos
Esta
forma "light" de pedir perdón quedó en evidencia,
a pesar de la pompa de la ceremonia cuando, adelantándose
a ciertos posibles mal pensados –que siempre los hay- debió
aclarar que no estaba pidiendo perdón por razones
de imagen o con segundas intenciones, y que tampoco se estaba
refiriendo a las culpas de la Iglesia como jerarquía,
sino a la de todos sus hijos, hombres y mujeres, señalando
"no tener responsabilidad personal en los pecados que a
continuación se enunciarían". Poncio Pilatos,
un niño de pecho. Y los pastorcitos de Fátima,
agradecidos, porque de lo contrario se turbaría el
proyecto de una futura beatificación del Papa.
Claro
que también esta actitud tiene una explicación.
El Papa no podía admitir que los Pontífices
pudieron haberse equivocado o haber cometido horrores puesto
que son infalibles por dogma y tocar el dogma sería
abrir una brecha a la herejía. Por eso condenar a
los hijos e hijas de la Iglesia es menos arriesgado. Y así,
perdonada y dispuesta a perdonar, la Iglesia del Jubileo
del 2000 entra al III Milenio liviana de equipaje. Los hijos
e hijas no tanto.
Siete
eran siete
La
ceremonia del 12 de marzo en que Juan Pablo II, flanqueado
por siete cardenales celebró la Jornada del Perdón
en la Basílica de San Pedro, tuvo toda la teatralidad
mediática que caracteriza a este Papa viajero y televisivo.
Arrodillado delante de la Pietá de Miguel Angel (la
madre siempre perdona) comenzó la solemne ceremonia.
Los
siete Cardenales, de orígenes étnicos diferentescomenzaron
la lista de siete pecados (¿cómo los siete
pecados capitales?) y pidieron perdón por los cometidos
por los hijos e hijas de la Iglesia:
Luego,
cada uno de los siete cardenales, se dirigió ante
un crucifijo, lo abrazó y lo besó en signo
de amor y de petición de perdón.
Algunas
incógnitas
Quedan
muchas incógnitas, de cuáles eran los pecados
a los que se estaba refiriendo. Cuando habla de Israel ¿se
refería al Holocausto, o a la pasividad de Pío
XII con Hitler, o a la expulsión de los judíos
por los catoliquísimos Fernando e Isabel, o al antisemitismo
ancestral de los católicos de todas las épocas,
por la muerte de Jesús?
Cuando
habla de métodos no evangélicos ¿se
estaría refiriendo a la conversión compulsiva
y sangrienta impuesta a los indios americanos, o a los miles
de valdenses, albigenses, cátaros, muertos por afirmar
sus creencias, o a los 12 millones (que en su casi total
mayoría eran mujeres) que fueron torturadas y quemadas
vivas en la Inquisición, o a los científicos
como Galileo que sólo dijo que la Tierra giraba alrededor
del Sol? Y cuando habla de los pecados cometidos en el campo
de los derechos fundamentales ¿se estará refiriendo
a los y las homosexuales, perseguidos, descalificados, humillados,
privados de sus derechos hasta el mismo día de hoy,
por la misma Iglesia? Los métodos no evangélicos
¿serán los que usaron los capellanes de los
ejércitos del Cono Sur cuando los militares por ellos
bendecidos hacían desaparecer a miles de hombres
y mujeres?
Juan
Pablo consideró que la mera enumeración de
los "pecados" (mejor hubiera sido decir las cosas por su
nombre: crímenes), lavaría a la Iglesia Católica,
como institución, de la culpa histórica. Se
equivoca el Papa de Roma. Omite, generaliza, banaliza. Pero
sobre todo ¿a quién le servirá este
perdón tan aséptico que da como una suerte
de legitimación a los horrores cometidos, como un
"no fue para tanto"?
Nos
queda el capítulo sobre la dignidad de la mujer.
Esta Iglesia visceralmente misógina se siente libre
de culpas de haber encadenado la sexualidad femenina durante
siglos. Y en este famoso Día del Perdón ni
se menciona una de las ofensas más profundas a la
identidad femenina: las bizantinas discusiones en el Concilio
de Trento sobre si las mujeres tenían alma, (en caso
de que no, perteneceríamos al reino animal). El Papa
se salteó al pedir perdón, que hasta el día
de hoy se les niegue a las mujeres el acceso al sacerdocio.
Y cuando tan campante pide perdón "por los pecados
que han herido la dignidad de la mujer" ¿estaría
pensando en el Antiguo Testamento? Porque El Decálogo
incluía entre los bienes de un hombre, su casa, su
esposa, su asno y su buey.
La
otra cara de la moneda
Al
mismo tiempo – este hombre de 80 años – que ha superado
la edad de jubilación de obispos (75) y cardenales
(éstos a los 80 ya no pueden asistir a los Cónclaves
para elegir un nuevo Pontífice) es jefe de una comunidad
religiosa que juega fuerte a la política, marca presencia
en cuanta conferencia internacional se realice, intentando
obstruir las decisiones sobre políticas públicas
internacionales que hacen a la educación sexual,
el acceso a la planificación familiar, el aborto
legal, oponiéndose a este aún para mujeres
violadas durante las guerras o cuanto está en riesgo
la vida de la madre.
Es
a través de su estatus de "Estado No Miembro y Observador
Permanente" que, bajo el nombre de Santa Sede marca su política,
impidiendo votaciones, intentando que se retracten acuerdos
ya aprobados, presionando a los gobiernos o haciendo poner
entre corchetes (en espera de decisión) todo tema
o término que no apruebe la doctrina de la Iglesia
de Roma, imponiendo a la comunidad internacional principios
que sólo el dogma católico afirma.
La
Santa Seda oculta bajo esa denominación el hecho
de ser la única religión que ocupa ese lugar
en Naciones Unidas. Otras religiones con representación
en ese organismo, como el Consejo Mundial de Iglesias, participan
de las conferencias como organizaciones no gubernamentales
¿por qué el Vaticano no tiene el mismo estatus
que las otras religiones del planeta?
Algunas
perlas de la corona vaticana
La
política llevada a cabo por la Iglesia Católica/Santa
Sede/Vaticano está dirigida a conservar la familia
tradicional y aunque la realidad demuestre que hay muchos
tipos de familia y de uniones, se opone al plural de familias
que considera disolvente.
Para
ello, representantes del Vaticano como la Sra. Gail Quinn
opinan que la Plataforma de Beijing 95 refleja un programa
feminista radical y que la igualdad de género, palabra
clave y blanco de sus odios, ha promovido el trabajo de
las mujeres fuera del hogar lo que "es una tragedia humana".
O, la Sra. Vollmer que está en contra de todo tipo
de anticonceptivo porque desde que se usan "los hombres
han perdido respeto por las mujeres". O, monseñor
Peter Elliot que dice que los matrimonios se debilitan con
el uso de anticonceptivos porque le arrebata a Dios su papel
como creador de vida".
En
plena pandemia de SIDA se oponen al uso del condón
por los mismos motivos y demonizan la legalización
del aborto llegando a promover hechos de violencia contra
clínicas en donde se practican y a matar a los médicos
que los realizan.
O,
representantes de Guatemala y de Honduras como Mercedes
Arzú o Marta Lorena que proclaman que una nueva mentalidad
hostil ha removido a las mujeres de sus hogares y esto les
ha precipitado una crisis de identidad a las mujeres. Detestan
y manifiestan su hostilidad contra los homosexuales porque
"ellos detestan a la naturaleza". Sin comentarios.
En
realidad –para volver al perdón- el verdadero acto
de contrición del Vaticano sería reconocer
la pluralidad, la riqueza, la diversidad de sus hijos e
hijas y no continuar con las actidues dogmáticas
que tanto daño han hecho.
Este
artículo fue elaborado con información obtenida
de Católicas por el Derecho a Decidir, "Somos Iglesia"
y el Catecismo Astete.