El
VIII Encuentro Feminista volvió a ser de todas, en colectivo.
Volvió a recuperar las múltiples dinámicas que
lo han acompañado a lo largo de estos 18 años y que
han reflejado los nudos y logros de este apasionante y difícil
proceso de construir espacios de acción y reflexión
feministas en los países y en la región. Construcción
que es indudablemente diferente ahora, en dinámicas de globalización,
individuación y neoliberalismo y cuyas expresiones se han ampliado
y diversificado, produciendo esas múltiples dinámicas,
que ahora se expresan, no todas con la misma intensidad, no todas
siempre en diálogo, pero sí en tolerancia. Experiencia
diferente a la vivida en el VII Encuentro Feminista, intolerante y
polarizado. Santo Domingo y sus maravillosas playas y la calidez de
las feministas dominicanas, indudablemente, contribuyeron a generar
ese clima diferente.
Fue
un Encuentro "suave" porque de muchas formas se buscó evitar
la polarización. Y, cuando ésta irrumpía por
los pliegues, fue la sabia espontaneidad de las participantes las
que la dejaba ir, evitando que se instalara. Muchas de las que en
el VII Encuentro (1996) en Cartagena - Chile, se enfrentaban, intentaban
ahora de distintas formas un acercamiento, no en argumentos, no en
discusiones políticas, sino en gestos y sonrisas que parecían
expresar "No estamos de acuerdo, pero comenzamos a reconocernos, a
valorarnos". ¿Quizá porque reconocimos las razones,
los aciertos, los riesgos, errores y ambivalencias de los argumentos
y prácticas, no solo ajenas sino propias? Lo cierto es que
se instaló nuevamente la sensación y el sentimiento
de que ese era un espacio propio, de todas, un derecho personal y
colectivo. La posición más intransigente y esencialista
de la expresión "autónoma" quedó aislada, preparando
su II Encuentro.
Y
es que de muchas formas el Encuentro de Cartagena, nos acercó
de lleno a los riesgos que los feminismos enfrentan en su búsqueda
de estrategias para posicionar las luchas y derechos de las mujeres
en la sociedad y al mismo tiempo avanzar las transformaciones político-
culturales de largo aliento: cómo ganar para las mujeres en
el aquí y en el ahora, desde una postura ética y transgresora
de los arreglos sociales, políticos, culturales y sexuales
existentes. El dilema de Woollstonecraft inaugurando el nuevo milenio.
No es ni será el único nudo, pero de él indudablemente
se desprenden tensiones, rupturas, búsquedas, todas ellas siempre
con el riesgo del aislamiento o el riesgo de la "asimilación"
o la articulación - no siempre en clave feminista y/o democrática-
tanto hacia afuera, como también hacia adentro del ahora amplio
y diversificado movimiento. Riesgos de desperfilamientos de las rebeldías
transformadoras y riesgos de esencialismos autoritarios, riesgos de
la igualdad o de la diferencia vistas en sí mismas y no en
interrelación. Riesgos de las formas patriarcales de conflicto,
riesgos de los hegemonismos de algunas expresiones feministas. En
fin, los riesgos que a su vez expresan las incertidumbres y búsquedas
de un movimiento ahora plural y expandido en múltiples espacios,
en un momento en que el mundo mismo se volvió incierto.
El
VIII Encuentro tuvo novedades que expresan la creciente complejidad
y expansión de los feminismos y que prefiguran algunas de las
dinámicas del nuevo milenio. Feminismos variopintos, multiétnicos,
multiculturales, intergeneracionales, intercontinentales, acarreando
sus propias estrategias y necesidades de afirmación y expresividad.
Y
estaba el Caribe mulato, negro, marrón, el Caribe multilingüístico,
para el cual no hubo inicialmente espacio de inclusión y articulación
. (Los Encuentros nunca han tenido traducciones simultáneas,
por falta de fondos, también por falta de presencia significativa
de mujeres de países del Caribe inglés o francés.
El portuñol ha servido siempre para el entendimiento entre
Brasil y el resto de la región hispano-parlante por lo cual
los vacíos podían ser llenados por unas cuantas voluntarias,
en traducción "a capela" en pequeños grupos, construyendo
así el nexo entre lenguajes diferentes que apuntaban a una
misma búsqueda.) Esta vez, sin embargo, eran más, especialmente
de Haití cuya participación en los anteriores Encuentros
había sido casi inexistente. Estaban allí con presencia
afirmativa, con el derecho a ser parte. Las haitianas fueron las que
posicionaron la lengua como un obstáculo de comunicación;
en una Latinoamérica hegemónicamente castellana en comunicación
fluida desde siempre con el Caribe castellano, nunca se le planteó
tan claramente al movimiento la barrera del lenguaje (salvo quizá
en Beijing, donde de alguna forma siempre se encontró las posibilidades
de traducción simultánea).
La
posición de las haitianas conllevaba más que la barrera
de la lengua: contenía también la barrera de la historia,
la barrera de las formas de colonización, la barrera de los
conflictos entre naciones, la barrera de ciudadanías nacionales
que ya no dan cuenta de los nuevas dinámicas globales, como
la de las migraciones, en un mundo globalizado. Barreras que expresan
las grandes paradojas de fin de milenio, por ejemplo en el hecho que
los capitales transitan y se instalan libremente a lo largo del planeta,
sin nacionalidad fija, pero con protecciones fijas y transnacionales;
y las personas sin embargo no. Parecería así que la
riqueza es un asunto y una acumulación internacional, y la
pobreza un asunto local. Por ello, pocos días antes, la migración
haitiana había sido convertida en una "cuestión de estado"
en la República Dominicana , expresada en una gran marcha en
defensa de la "dominicaneidad" que puede significar muchas cosas,
casi siempre ocultando un chauvinismo excluyente, de países,
de continentes, de lenguas, razas y colores. La diversidad en sus
aspectos mas democráticamente conflictivos se instala así
en los feminismos de fin de siglo. La solidaridad del Encuentro todo
con Haití, sus mujeres y su pueblo fue permanente, expresada
claramente en la imponente marcha por las calles de Santo Domingo
el 25 de noviembre, Día Contra la Violencia hacia la Mujer.
Las
jóvenes con identidad organizada, abriendo puertas, conflictuando
las miradas complacientes; impacientes por el derecho a su espacio,
fueron otra de las nuevas presencias. Y con esa impaciencia es que
se ha construido el movimiento, desde siempre. Las jóvenes,
reconociendo el legado de las generaciones anteriores, buscan darle
un sello propio, aquel de la época que les toca vivir. Son
los reajustes, revisiones y enriquecimientos de lo que ya está
instalado y que tiene que ser reinstalado en los nuevos imaginarios
de las gentes. Y es que si las feministas de los 70 fuimos hijas de
las grandes utopías revolucionarias, de las ansias de transformaciones
totales, ellas son hijas del desencanto en la política, de
las enormes potencialidades de la globalización, de democracia
en neoliberalismo. Otros comienzan a ser sus parámetros. Así,
asumen lo que Françoise Collin ha llamado la "herencia sin
testamento": herederas de todo lo que las generaciones impulsoras
de la segunda oleada feminista han logrado en la región, y
al mismo tiempo afirmando claramente, en la práctica y en la
reflexión, que "...tal herencia exige una iniciativa nueva
de parte de aquellas que la reciben" (Françoise Collin,
Especial de Fempress, noviembre 1999).
La
presencia también activa y numerosa de la "diáspora"
latinoamericana fue otro aporte enormemente enriquecedor . En ningún
otro Encuentro habían estado tantas, ni tantas expresado su
realidad, sus propuestas, sus identidades latinas mezcladas activamente
con sus otros entornos, tan diversos, tan ajenos por momentos, recreando
y trasmitiendo a partir de ellos, una nueva forma de pertenencia cultural
latino-caribeña-global. "Transgresión de Fronteras"
fue el título de uno de los talleres que expresó esta
realidad.
Tres
grandes ejes, organizados con una misma metodología en talleres
simultáneos (El Feminismo frente a los viejos y nuevos modelos
de dominación; El Feminismo como movimiento social; Perspectivas
del Feminismo Latinoamericano y Caribeño), permitieron una
inclusión más sistemática y una interacción
entre viejas y nuevas presencias. Un taller de algunas "históricas",
pero no sólo de ellas, (visto y comentado por algunas en los
pasillos como el taller de las "expertas", las "institucionalizadas"
), intentó profundizar algunos de los "nudos" que han recorrido
a los feminismos de fin de milenio. Hubo, sin embargo, temas recurrentes,
compartidos de muchas formas y con diferentes énfasis, en todos
los talleres ejes: el riesgo de la institucionalidad feminista, pero
también sus logros, los riesgos de las negociaciones con lo
público político desde agendas feministas desperfiladas,
los liderazgos, las alianzas democráticas, los contenidos de
las agendas feministas, todos ellos de urgente actualidad.
Hubo
también un "programa alternativo" que abarcaba un conjunto
de talleres, en las noches, alrededor de las acumulaciones específicas
que son la riqueza de los feminismos en la región: salud, sanación
pránica, sexualidad, violencia de género, lesbianismo,
derechos de las mujeres, políticas públicas, recuperación
de la memoria, investigaciones feministas, medio ambiente, Centros
de documentación, literatura, arte, ¿racismo feminista?
así, en interrogación. Y muchos talleres de medios de
comunicación (con Radio Fire International haciendo además
transmisiones directas, con imagen, desde Internet, conectando al
Encuentro Regional con los feminismos locales, nacionales y globales
) .
El
aborto, a través de la Campaña del 28 de setiembre también
estuvo presente, en un amplio taller, evidenciando que nuevamente
ha comenzado a instalarse en las estrategias feministas. Es cierto
que siempre estuvo, pero desdibujado en los últimos años,
por razones varias, entre ellas el haber priorizado otros aspectos
más fácilmente negociables de las agendas feministas,
debilitando de esta forma la posibilidad de instalarlo también
en la sociedad.
Hubo,
indudablemente, ausencias. No se remonta un trauma sin costos. La
ausencia más clara fue la falta de discusión política
colectiva. Las relatorías de los talleres no tuvieron espacio
para su discusión y apropiación por todas, los matices
y los desacuerdos flotaban por los pasillos, sin entrar a la escena.
Probablemente no sea posible hacerlo en Encuentros que vuelven a ser
masivos (aproximadamente 1.300 mujeres, casi tres veces más
de las que asistieron al VII Encuentro de Cartagena).
Otra
ausencia significativa fue que no hubo Beijing, ni Bejing más
cinco, no porque no fuera importante: ya es, ya está encima
(en dos meses será la Conferencia Regional de la CEPAL, en
Lima y en Junio la Global, en Nueva York), sino porque el proceso
de Beijing en la región, tan afirmativo, movilizador y audaz
y también ambivalente y contradictorio - como muchas de las
audacias que han emprendido los feminismos - se volvió gris,
sujeto de violencia, fuente de polarización en Cartagena. Nadie
quiso exponerse de nuevo, nadie quiso reeditar la agresión.
Nadie quiso analizar los logros y las limitaciones que conllevó
el proceso. Es, sin embargo, una ausencia que se sabe pendiente y
es una discusión que va más allá de Beijing.
No asumirla resta fuerza, porque no contribuye a posicionar una discusión
política necesaria, sobre todo en un movimiento que ya se sabe
plural, que se reconoce alimentado por diferentes discursos y estrategias,
en conflicto pero también en acumulación. La tolerancia,
tan preciada en este Encuentro en las playas de Juan Dolio puede convertirse
en una trampa, cuando posterga su enriquecimiento político
al posponer la urgente discusión de las consecuencias de su
diversidad. La tolerancia puede ser el respeto activo de las diferencias
o puede ser la forma pasiva que asume el desprecio sordo e intolerante
de las otras estrategias. Retomarla como ganancia y no como negación,
es uno de los grandes retos que tenemos.
Finalmente,
la diversidad es nuestra riqueza y nuestro desafío. Sin pretender
estar juntas, ni ser un "solo" movimiento, estas discusiones pendientes
son también una oportunidad para aprender y mostrar que la
democracia que estamos contribuyendo a construir como feministas,
con algo tan potente como el respeto a las diferencias, es posible
ponerla en la práctica. "No nos amamos pero nos necesitamos"
sigue siendo un acierto ético de las feministas italianas (retomado
por varias feministas latinoamericanas en el documento "Del amor a
la necesidad" , elaborado en el IV Encuentro Feminista Latinoamericano
y del Caribe, en México, 1987). Tenemos tiempo, hasta el IX
Encuentro Feminista, esta vez en Costa Rica, para ir confrontando
y enriqueciendo nuestras búsquedas, ahora no sólo desde
múltiples lugares y estrategias, sino con múltiples
nuevas presencias, que perfilan los espacios discursivos y los contenidos
feministas latino-caribeños del nuevo milenio.
Virginia
Vargas