Aquí
va lo que estoy empezando a pensar. Eso de reaccionar como periodista,
cuando se es historiadora, cuesta mucho.
La
sensación que tengo, después de unos días de
distancia, es la misma que sentí cuando terminó el Encuentro:
sentimientos muy mezclados y una enorme ambivalencia.
Alivio,
porque habíamos llegado al fin de la jornada sin mayores enfrentamientos,
o sea, sin rompimientos, y hasta nos habíamos dado cita en
Costa Rica.
Admirada,
de que un acontecimiento que parecía condenado al fracaso (porque
nos repartieron por lo menos en seis hoteles diferentes y nos mezclaron
con turistas "normales," porque por la mañanas nos encontramos
con un formato centrado en el cuerpo, los juegos, las sensaciones
y las actividades de grupo que muchas abandonamos después del
primer día, porque celebramos poco el estar juntas de nuevo
y ni siquiera terminamos el encuentro con una fiesta como estamos
acostumbradas) sin embargo, al menos haya "resistido".
Apenada,
por la dificultad que tenemos de mirar el pasado y aprender de las
metidas de pata de los encuentros anteriores y porque las compañeras
de República Dominicana perdieron una ocasión única.
En 1980, en el primer encuentro del Siglo XX, el grupo de feministas
dominicanas que fue a Bogotá propuso el 25 de noviembre como
el día de la No violencia contra las mujeres por haber sido
esa la fecha en que tres compatriotas suyas, las hermanas Patria,
Minerva y María Teresa Miraval fueron brutalmente asesinadas
por la dictadura trujillista. En estas casi dos décadas, los
25 de noviembre se han ido convirtiendo en una fecha verdaderamente
internacional pues se realizan actos en contra de la violencia contra
las mujeres tanto en América Latina como en otros continentes.
Allí estábamos en casa de las hermanas Miraval, un 25
de noviembre, en el último Encuentro del siglo y en el último
año del siglo y las organizadoras no pudieron arreglar una
plenaria en la que se recordara el pasado, se celebraran los logros
(que han sido muchos, aunque todavía falten) y se enriqueciera
y fortaleciera la memoria de todas, cosa que a las mayores nos viene
muy bien y a las jóvenes todavía mejor.
Sorprendida,
por la falta de preparación de las organizadoras para integrar
a las numerosas mujeres caribeñas de muy distintas culturas
que asistían por primera vez a un encuentro y que no se sintieron
muy bienvenidas pues la lengua mas o menos oficial es el español
y en un principio no hubo traducción ni al francés ni
al inglés. Claro que las brasileñas sentaron un precedente:
para ellas nunca ha habido traducción y durante estos años
se las han arreglado estupendamente y sin quejarse....
Feliz,
porque aparecieron por primera vez las mujeres jóvenes como
un grupo generacionalmente distinto, que tiene problemas con nosotras.
Dijeron venir de muchos lados diferentes. Algunas eran hijas de feministas,
otras periodistas o trabajaban en ONG o habían descubierto
el feminismo en los programas de estudio de las mujeres.
Agradecida,
porque hubo otro grupo de feministas dispuestas a trabajar en la organización
de un encuentro.
Feliz,
también, porque el enfrentamiento que se dio en Cartagena no
se reeditó en Juan Dolio y a pesar de que el Encuentro fue
organizado por autónomas y éstas hicieron sentir su
presencia, no lo definieron, ni lo dominaron. Es decir, hubo lugar
para todas e imperó el espíritu pluralista, cosa que
también se dio tanto en el grupo que reflexionó en la
discoteca, como en las muchas declaraciones de los distintos talleres
leídas el ultimo día.
Satisfecha,
porque los encuentros siguen siendo un lugar importante para incorporar
a nueva gente al movimiento, para ponerse al día con los cambios
y para reforzar las redes o coordinar y ajustar campañas como
la que se está desarrollando por la descriminalización
del aborto.
Y
contenta, porque en ellos me puedo encontrar con mucha gente querida
y discutir tranquilamente las cosas que me importan con mujeres dispuestas
a hacer lo mismo no solamente por las tardes, sino también
por las mañanas, cuando no nos gusta el programa que nos tienen
preparado.
Marysa.
P.S.:
Como índice de lo que han cambiado las cosas en este mundo
tan globalizado, por primera vez en casi veinte años, no oí
ningún cuestionamiento sobre el financiamiento del Encuentro.
Felices fiestas, hermanita.
Diciembre
de 1999.
Marysa
Navarro