"El
componente de género en el análisis de la migración,
obliga a incluir entre las tradicionales determinaciones políticas
y económicas, una dimensión cultural para dar cuenta
tanto de la variedad del perfil de las mujeres migrantes como del
impacto de la movilidad territorial en sus vidas".
En
el análisis del componente femenino de los procesos migratorios
es posible encontrar una variedad de perfiles relativamente amplia
según se considere a la mujer en su posición de integrante
de un grupo familiar (cónyuges e hijas), como trabajadoras
en busca de empleo o como profesionales que encuentran mejores oportunidades
de inserción en nuevos mercados. El primer perfil es el tradicional,
muy presente en los estudios históricos sobre migraciones pero
dejado de lado en el momento en que aparecen las migraciones femeninas
más autónomas e individuales.
En
realidad los diferentes perfiles coexisten en el tiempo; la migración
femenina individual no reemplaza necesariamente a la de grupos familiares,
sino que es el destino urbano y la edad joven del migrante varón
lo que hace la diferencia, ya que es sabido que en los movimientos
con destino rural y en los que emprende el hombre adulto predominan
los grupos familiares.
Así,
aunque no depende de los cambios en la población femenina,
el hecho de que la mujer se traslade sola o acompañando a su
familia tiene implicancias diferentes con respecto a su inserción
en el nuevo contexto tanto en términos socio-culturales como
económicos. En efecto, diferentes estudios han demostrado que
los movimientos encabezados por hombres son de más larga distancia,
tanto geográfica como culturalmente, y las mujeres que los
acompañan tiene menores posibilidades de integración
en la sociedad de destino; mientras que cuando se trata de mujeres
que migran solas su principal motivación es el empleo, cuentan
con algún tipo de contacto en el lugar de destino y aunque
se ubican en "comunidades" de connacionales logran en menos tiempo
establecer relaciones con la sociedad local.
En
la migración familiar y rural, las mujeres muestran una tendencia
mayor a la ruptura con lazos sociales de origen y refuerzan valores
tradicionales circunscriptos al ámbito del hogar y las creencias
religiosas dando lugar a comportamientos sociales muy uniformes al
interior de los nuevos enclaves y, a la vez, diferenciados con respecto
a la comunidad social más amplia.
En
uno y otro caso, los problemas que deben enfrentar las migrantes son
diferentes. Al tratarse de grupos familiares, están más
expuestas al mal trato de sus propios compañeros (dado que
carecen de formas familiares de contención) y tienen más
dificultades de acceso a la propiedad (de la tierra, por ejemplo)
lo que las hace más dependientes de ellos. Tienen menores posibilidades
de acceder a servicios de salud para sí mismas y para sus hijos,
a la educación para éstos últimos y en caso de
conflictos conyugales, si fueran migrantes ilegales, están
totalmente desprotegidas.
En
la segunda categoría, las trabajadoras migrantes, si bien gozan
de una mayor independencia frente a sus compañeros (en el caso
que los tengan), sufren las consecuencias de una inserción
más precaria en la escala laboral, accediendo a empleos de
mala calidad (menos deseables por mujeres locales), con peores condiciones
de contratación, más bajos salarios y sin alcanzar beneficios
laborales tales como el seguro por maternidad, vacaciones, jubilación,
etc. Además, las migrantes ilegales, están más
expuestas a formas de abuso, violencia y acoso sexual en el trabajo.
En
el Paraguay actual se pueden encontrar ambas situaciones. Entre las
que migran acompañando a sus familias se incluyen mujeres de
origen brasileño asentadas en áreas rurales y que constituyen
más de la mitad (56%) del total de mujeres inmigrantes. Entre
ellas, el promedio de años de escolarización es más
bajo que el registrado para las paraguayas nativas. Entre las inmigrantes
de otras nacionalidades, aunque no es posible diferenciar patrones
familiares o individuales, se puede suponer que se encuentran más
migrantes individuales, ya que son captadas en áreas urbanas
y tienen una tasa de participación económica más
alta. En este segundo grupo que procede principalmente de Argentina
(27%), de otros países del MERCOSUR, como Uruguay (1.6%) y
Chile (1.2%) y de países asiáticos (4%), el promedio
de escolarización es mayor que en las paraguayas nativas. Las
primeras se insertan en una variedad relativamente más amplia
de categorías de ocupación que las paraguayas, y las
asiáticas lo hacen preferentemente en el sector del comercio.
Sobre
las mujeres paraguayas en el exterior, existe menos información
y, consecuentemente, menos estudios; sin embargo se sabe que el destino
masivo es Argentina, donde se insertan principalmente en el servicio
doméstico, y Brasil, encontrando empleo en el sector textil.
De manera secundaria, aunque no por ello menos relevante, se trasladan
hasta los EE.UU. y países europeos, y a medida que aumenta
la distancia disminuye la disponibilidad de información. Entre
las migrantes en países del MERCOSUR su nivel de escolaridad
promedio es más alto que el de las mujeres en la localidad
de origen, pero sensiblemente inferior a las nacionales del país
de destino. Este sólo indicador ya está reflejando una
posición desventajosa para su inserción laboral, que
se suma a las restricciones de regularización de residencia
que imponen las leyes migratorias, en el momento de encontrar empleo.
En prácticamente todos los casos, estas mujeres disponen de
cadenas de relaciones -de parientes o amigos- que dan aviso o facilitan
el camino para conseguir el "empleo".
Otra
forma de migración al exterior, menos conocida pero existente,
se produce a través de "agencias de colocación" que
visiblemente se ocupan de contratar mujeres paraguayas para el servicio
doméstico, ciertas industrias, el comercio o los servicios,
pero que en muchos casos encubren prácticas de prostitución
forzosa. En estas agencias, la oferta de "empleo" se orienta preferentemente
a mujeres jóvenes e incluso menores de edad. En los traslados
por "agencia" la situación de vulnerabilidad se ve agravada
porque no se dispone de las cadenas de relaciones de amistad y parentesco
que caracteriza a los movimientos migratorios femeninos.
Esta
variedad de perfiles, relativamente reconocidos, incluso por las instancias
gubernamentales encargadas de definir y aplicar las políticas
migratorias, muestra que si se espera considerar la migración
femenina en particular, existen aspectos que deben ser revisados en
las políticas que tradicionalmente se aplican:
1.
No existe un único perfil de mujer migrante
A
partir de los diferentes patrones migratorios se deduce la existencia
de una diversidad de sujetos sociales, con problemáticas también
distintas, que debe ser incluida en las políticas. Además,
dado que un aspecto importante de esta diversidad es su pertenencia
(o no) a un grupo familiar, ya no es posible considerar sólo
a las "trabajadoras" ni focalizarlas desde el mercado de trabajo.
La problemática migratoria femenina, exige una mirada mucho
más amplia.
2.
Para las trabajadoras migrantes las ventajas y desventajas económicas
no tienen una única dirección
Si
bien es cierto que en muchos casos se asocia la migración con
el trabajo ilegal, la discriminación e incluso la criminalidad,
la realidad muestra que también puede convertirse en un mecanismo
de promoción y de consecución de mejores oportunidades,
que puede dinamizar los mercados de llegada y además garantizar
una cierta tasa de retorno de ingresos hacia los lugares de salida.
Esto último es frecuente en prácticamente todos los
países, cuando las (y los) migrantes envían dinero a
sus familiares y éste se invierte tanto en la satisfacción
de necesidades de educación y vivienda o se convierte en un
factor de capitalización para la producción cuando se
trata de familias campesinas. La posición que señala
sólo efectos económicos negativos para los lugares de
expulsión y de destino, debe ser reconsiderada.
3.
La dimensión de género, implica necesariamente incluir
la dimensión cultural
Aún
cuando se admita que los principales motivos de migración,
en general, han sido de orden político y económico,
cuando se intenta incluir la situación de la mujer, es indispensable
el análisis del impacto cultural que estos desplazamientos
tienen en las personas, especialmente si se trata de movimientos perdurables.
Más allá del perfil educativo y del nivel de profesionalización,
es necesario considerar valores, costumbres, actitudes y prácticas
que son trasladados -o perdidos- desde los lugares de origen. La mujer,
es un factor de transmisión cultural en procesos de integración.
En
el contexto del MERCOSUR, la integración socio-cultural está
relativamente facilitada por el idioma común (exceptuando,
claro, el caso del Brasil y de los monolingües guaraníes
de Paraguay), por prácticas religiosas muy similares (que combinan
lo trascendental con lo concreto) y por concepciones sociales acerca
de la familia, la unión conyugal, la sexualidad y la crianza
de los hijos que son, en su esencia, muy semejantes. Sin embargo,
aún no existe suficiente comprobación sobre las diferentes
formas que adopta la integración según se trate de grupos
familiares, de migrantes jóvenes, de desplazamientos apoyados
en cadenas de parentesco o simplemente en agencias de colocación.
Es posible suponer que habrá variaciones en cada caso, y que
las posibilidades de compartir nuevas prácticas sin perder
las formas originales de identidad tendrán que ver con los
niveles de autoestima que mantengan todos los miembros de la unidad
familiar y/o comunidad, según el caso.
4.
Para profundizar en el comportamiento y las implicancias de la migración
femenina se requiere de nuevas fuentes de información
Aunque
es posible dar cuenta de numerosos estudios ya realizados en el campo
de las migraciones, resultan aún insuficientes para el análisis
de las implicancias que estos desplazamientos tienen para las mujeres,
como sujetos sociales específicos. Además de los tradicionales
análisis de su perfil laboral y familiar, es necesario conocer
más sobre sus condiciones de vida, la cobertura en asistencia
médica, la existencia de pensiones para la vejez, sus posibilidades
de formación profesional, las formas en que obtienen -o no-
el permiso de residencia, el significado de su aporte a la familia/comunidad
de origen en términos de remesas de dinero, sus pautas de comportamiento
sexual y reproductivo, los valores que son transferidos a sus hijos
e hijas y otros condicionamientos para su estabilidad psicosocial
y económica en los lugares de destino, tanto para las mujeres
de escasos recursos económicos como para las profesionales
y las mujeres cónyuges de migrantes varones que realizan no
pocos esfuerzos por incorporarse en los nuevos contextos socio-nacionales.
5.
Hay que definir nuevos instrumentos e instancias de apoyo a la migración
Finalmente,
y partiendo del supuesto que el MERCOSUR ha de transcender el plano
de la libre circulación de mercancías y trabajadores/as
para convertirse en un verdadero espacio de integración regional
sin pérdida de las identidades nacionales, será necesario
poner especial atención en aquellas mujeres migrantes, trabajadoras
o no, que pertenecen a grupos socialmente vulnerables, que sufren
diferentes formas de discriminación, abusos y actos de violencia,
en los países receptores a los que se trasladan en busca de
trabajo o acompañando a sus familiares (cónyuges o padres).
Entre
otras medidas y sin que su enumeración implique un orden de
prelación, se deberá:
-
incluir
explícitamente a las mujeres migrantes, sean trabajadoras
o cónyuges, en las políticas migratorias, especialmente
en lo que se refiere a sus derechos humanos.
-
incluir
especialmente a las mujeres migrantes en las acciones que se deriven
de la aplicación de los planes de igualdad de oportunidades,
de erradicación de la violencia y de lucha contra todas
las formas de discriminación.
-
definir
programas específicos de seguridad social (especialmente
cobertura en salud reproductiva y maternidad) y de formación
profesional, para las trabajadoras migrantes.
-
definir
medidas concretas de control de las agencias de colocación
de trabajadoras en el exterior.
-
ampliar
la participación de nuevas instancias en la definición
de la política migratoria, incluyendo especialmente a las
organizaciones no gubernamentales, los centros de estudios migratorios,
los organismos pastorales y las organizaciones de migrantes en
la medida en que hayan desarrollado experiencias en esta área
y cuenten con el reconocimiento de la población.
María
Victoria Heikel
Demógrafa, paraguaya.