Que
intelectuales de todos los tiempos hayan escrito y de manera sistemáticamente
misógena da para un ensayo aunque ya Cristina de Pizán
se preguntaba en el Siglo XIV cuáles podrían ser
las razones que llevan a tantos hombres, clérigos y laicos,
a vituperar a las mujeres, criticándolas, bien de palabra,
bien en escritos y tratados. Pero que hombres ilustrados de este
fin de siglo entren a manejar el tema de la relación de género
se cuenta con los dedos de las manos. (Sin recordar a los Poulain
de la Barre, Stuart Mills y algún clarividente más de
otras épocas).
Pierre
Bourdieu, (1930) indiscutidamente una de las figuras grandes de la
sociología contemporánea, retoma en su último
libro La Dominación Masculina un tema que ya había
encarado en un artículo hace casi diez años y relanza
– desde su óptica masculina - el debate acerca de porqué
se perpetúa la dominación de los hombres sobre las mujeres.
Tuvieron que transcurrir estos años para que madurara el libro
– de lectura difícil en algunos momentos, atractiva en otros
- sobre el "eterno masculino".
Recibimos
estos aportes en el sentido con el que creemos fueron elaborados:
para entendernos mejor a medida que nos conozcamos más unas
y otros, para señalar nuestras mutuas trampas culturales, nuestras
complicidades, para liberarnos del peso de los estrictos roles seculares,
y construir finalmente nuestras identidades, diversas y semejantes
y mirarnos a la cara de igual a igual. Ni más ni menos. Aunque
en escritos anteriores (Raisons pratiques, 1994) Bourdieu haya afirmado
que la ruptura no puede venir de una simple toma de conciencia sino
junto a una transformación de las estructuras objetivas, hoy
tal vez más utópico, considera que desde la sociología
se pueden develar los mecanismos del orden social, difundiendo una
forma de conocimiento que contribuya a abrir nuevos espacios de libertad
para dominadas/os.
Por
el hecho de su rareza entonces y porque es hora de empezar a intercambiar
criterios, vale bien prestar atención a estos escritos, felicitarnos
que empiecen a aparecer y contemplarlos - sin el menor dejo napoleónico
- desde los últimos veinte años de feminismo.
ARDE
PARIS
La
Dominación Masculina ha despertado desde su aparición
polémicas y críticas varias, la mayoría desde
filas del feminismo. Como toda obra provocadora, estimula el debate
sobre cómo, cuándo y qué, hemos hecho las mujeres
para cambiar este orden que nos discrimina. Arde París en
momentos en los que el mismo Bourdieu y su obra son fuertemente cuestionados
y en los que retoma un tema urticante: la perpetuación de la
idea del dominio social del hombre, más allá del importante
cambio de rol de las mujeres.
El
sociólogo francés viene desafiando a medio mundo desde
que en 1964 publicara Los Herederos, una de las referencias
clave de Mayo del 68. Desde ese momento para él, el papel de
la sociología será el de constituirse en un saber
reflexivo, capaz de darle a la sociedad los medios para que intervenga
en sí misma, reniega de la neutralidad científica
y, parafraseando a Foucault, fragua el intelectual colectivo, suma
de investigador científico y militante político. En
el 93 publica La Miseria del Mundo, una investigación
sobre el sufrimiento social en Francia y, a la manera de Sartre, sale
a la calle y encabeza manifestaciones. En 1995 lidera la oposición
al "Plan Jupée" de Seguridad Social, en 1996 publica el libro
rojo Sobre Televisión condenando al "medio de los medios"
con las consiguientes represalias. Se crea entonces alrededor de Bourdieu
el grupo Raisons d’Agir (Razones para actuar), una editorial progresista
que vende libros a precios bajos y supera rápidamente las ventas
de las grandes editoriales.
En
1998, este infatigable transgresor, a quien nadie discute su seriedad
científica - salvo algunos disidentes de Raisons d’Agir - emprende
un análisis de la dominación masculina sin juicios de
valor, sin piedad y con mucho respeto. Seguramente nunca me hubiera
enfrentado a un tema tan difícil si no hubiera sido llevado
a él por toda la lógica de mi investigación ",
desconcertado de cómo el orden establecido, con sus relaciones
de dominación, sus privilegios y sus injusticias, puede perpetuarse
tan fácilmente, convirtiendo en naturales y aceptables, condiciones
intolerables.
SUS
FUENTES: UN INSOLITO BINOMIO
El
sociólogo Bourdieu vuelve a ser el etnólogo Bourdieu
para hacer un análisis de laboratorio eligiendo como una de
las fuentes para su estudio una sociedad histórica particular,
a la vez exótica e íntima, extranjera y familiar, la
de los bereberes de Cabilia que estudia como el instrumento
de un trabajo de socioanálisis del inconsciente androcéntrico
capaz de operar la objetivación de las categorías de
ese mismo inconsciente.
La
otra fuente es Hacia el Faro de Virginia Woolf, que le permite
indagar en las sutiles, casi imperceptibles dominaciones de Mr. Ramsay.
Hacía falta toda la agudeza de V.W. y el infinito refinamiento
de su escritura para llevar el análisis hasta los aspectos
mejor escondidos de una forma de dominación que está
inscrita en todo el orden social y que opera en la oscuridad de los
cuerpos (...) Y tal vez hacía falta también toda la
autoridad de la autora de El Cuarto Propio para conferir alguna credibilidad
al llamado de las constantes escondidas de la relación de dominación..
Por un lado la dominación más evidente, por otro,
la más oculta. En ambos un mismo sistema atraviesa los siglos
y las diferencias económicas y sociales igualando a los paisanos
de Cabilia con los grandes burgueses de Bloomsbury.
VICTIMAS
Y COMPLICES
La
perpetuación de las relaciones de dominación no se puede
explicar para Bourdieu, sin analizar los efectos de la violencia
simbólica. Esta se instala por medio de la adhesión
que el/la dominado/a no puede impedir de dar al dominador, puesto
que no dispone, para pensarse, o mejor, para pensar su relación,
más que con conocimientos que tiene en común con el
dominador, que son precisamente los que hacen aparecer la relación
con él como natural. En una palabra, el poder simbólico
no puede ejercerse sin la contribución de quienes lo sufren
y de quienes lo construyen.
Sin
saberlo, ni quererlo las/los dominadas/os incorporan la visión
del mundo de los dominadores y se hacen cómplices involuntarios
del orden social existente del cual son las víctimas. El funcionamiento
social (división del trabajo, del espacio y del tiempo) está
organizado sobre la base de una serie de "homólogos" fundados
en la distinción entre lo masculino y lo femenino: alto/bajo,
arriba/abajo, delante/detrás, derecha/izquierda, recto/curvo,
seco/húmedo, duro/blando, fuera (lo público)/dentro
(lo privado), etc. Estas oposiciones que atraviesan el conjunto del
mundo social conllevan un sistema de valores implícito en el
que lo masculino le gana a lo femenino... y como por arte de magia,
la dominación masculina parece algo natural, dado, a-histórico,
dentro "del orden de las cosas". Uno de los factores determinantes
de la perpetuación de estas diferencias es, para Bourdieu,
la importancia que tiene el "mercado de bienes simbólicos",
en el que la mujer sigue siendo un valor de intercambio, y el capital
económico y cultural se convierte en capital simbólico
y social. Nos invita a no considerar la dominación masculina
como un "complot" deliberado por parte de los de arriba, sino como
una carga, el privilegio masculino es también una trampa
que produce una tensión permanente y el cansancio de afirmar
constantemente su virilidad.
"BUEN
DESHISTORIZADOR SERA"
En
el capítulo 3, "Permanencias y Cambio", Bourdieu hace una afirmación
que es la que le ha traído más querellas: hay que reconstruir
la historia del trabajo histórico de deshistorización,
es decir, que una "historia de las mujeres" que haga aparecer, aunque
fuera a pesar de ella, una gran parte de permanencias, debe, si quiere
ser consecuente, dar un lugar - sin dudas el primero - a la historia
de los agentes y de las instituciones que concurren a asegurar esas
permanencias, Iglesia, Estado, Escuela, etc. Y por si quedaba alguna
duda, aclara que la investigación histórica no puede
limitarse a describir las transformaciones de la condición
de las mujeres en el tiempo, ni siquiera la relación entre
los géneros en diferentes épocas... debe dedicarse a
establecer para cada período el estado del sistema de agentes
y de instituciones, familia, Iglesia, Estado, Escuela, etc. Bourdieu
considera que cierto discurso feminista privilegió el
espacio doméstico como lugar de cambio, descuidando la transformación
y el estudio de las instituciones mencionadas. Ve esas instancias
institucionales como un campo de acción inmenso que se abre
para las luchas feministas, llamadas así a tomar un sitio original
y bien firme, en el seno de las luchas políticas contra toda
forma de dominación.
MENSAJES
PARA EL "VIEJO MANDARIN"
Lamentamos
su ignorancia, escribe Michelle Perrot, aludida directamente
por Bourdieu , que se refiere - negándole categoría
de tal - a la Historia de las Mujeres dirigida por la propia
Perrot junto Georges Duby . Afirma la historiadora que Pierre Bourdieu
hace su ingreso al tema del género, al que el Collège
de France, con Georges Duby, Michel Foucault, Paul Veyne y Françoise
Héritier, ya venía haciendo un aporte valioso. Motivo
para alegrarse, sobre todo las mujeres, que no reivindican ningún
"monopolio" en este sentido, contrariamente a lo que insinúa
el autor quien, si bien le acredita un "inmenso trabajo crítico"
al movimiento feminista en general, desconfía de las feministas
en particular.
Perrot
afirma que puede adherir plenamente a las posturas de Bourdieu cuando
habla de las relaciones de los sexos (ya se trate de relaciones entre
hombres y mujeres o de la heterosexualidad/homosexualidad), y también
hacerlo con la investigación que éste realiza de los
fundamentos simbólicos en los que arraiga la dominación,
considerada como algo natural y universal, pero eso no le impide hacerle
un cierto número de objeciones, como lamentar la poca consideración
al trabajo efectuado por las mujeres desde hace más de veinte
años en áreas diversas, inclusive - y en abundancia
- en la de las instituciones (escuela, Estado) que Bourdieu propone
explorar. Seguramente muchas mujeres estarán dispuestas
a compartir su punto de vista, aunque no perderán la oportunidad
de señalar que este tipo de trabajos ya se llevó a cabo.
Finalmente,
Michelle Perrot alude a Judith Butler, la filósofa norteamericana
que acaba de consagrar un capítulo de su último libro
a una reapropiación crítica de los análisis bourdieusianos
sobre el lenguaje considerando que hubiera sido bien interesante que
el autor de La Dominación Masculina entablara un diálogo
con las teóricas del feminismo.
Me
decepciona dice por su parte, la francesa Janine Mossuz-Lavau
después de leer la última obra del "sociólogo
más conocido de Francia". Considera una generalización
demasiado apresurada darle a los aspectos de la dominación
masculina entre los cabiles un alcance universal. Afirma que sus argumentaciones
sobre el paralelo de la sumisión de la mujer cabila y de las
actuales europeas y norteamericanas, así como lo que dice sobre
la utilización de sus respectivos cuerpos no alcanza para
demostrar que nada ha cambiado como que las francesas de hoy no disponen
de sus cuerpos más que las mujeres cabilas. Manifiesta
su asombro cuando Bourdieu considera que emprende un camino original
de investigación al recomendar hacerlo sobre los agentes arriba
mencionados, sin tener en cuenta las investigaciones que se vienen
haciendo en los "women studies", ni lo que muchos hombres y mujeres
escribieron antes que él.
Es
una provocación, afirma la italiana Rosamaría
Messén Fajardo. La tesis de Bourdieu es bienvenida siempre
y cuando sirva para animar el debate feminista y las conciencias de
las mujeres. Es una provocación a todo el movimiento feminista,
especialmente al movimiento europeo. De todas maneras considera que
el trabajo puede servir para estimular el debate sobre los logros
y fracasos obtenidos por las mujeres. No se puede esperar a desarrollar
un solo frente de trabajo, sean bienvenidos todos porque las mujeres
estamos cansadas de esperar.
Bourdieu
va más lejos para la socióloga argentina Beatriz
Sarlo, porque entre otras cosas, es alguien que desborda el
mundo académico para instalarse en el espacio mediático,
no habla sólo de sus investigaciones sino, muy francamente,
de política. Afirma que esto le trae obviamente reproches
y críticas, pero que sus intervenciones políticas no
deberían ser diagnosticadas como luchas por un lugar de primacía,
sino que deben ser juzgadas en sí mismas y en el contexto de
los temas que Bourdieu se propone analizar, la injusticia social y
económica, la moderación conservadora y temerosa de
los partidos políticos que se inscriben en el espacio progresista,
la crisis cultural, etc. Ya el propio Bourdieu se anticipaba
a estas acusaciones en un reportaje de 1991: Me gustaría
que los intelectuales estuvieran siempre a la altura de la inmensa
responsabilidad histórica que les incumbe y que siempre hubieran
comprometido en sus actos no sólo la autoridad moral, sino
también la competencia intelectual.
Para
Sarlo, Bourdieu - al identificar la dominación masculina -
está abriendo un nuevo frente polémico, aunque, considera
que también podría ser una nueva versión de
su determinismo sociológico, cuando por ejemplo, afirma
que difícilmente puedan cambiarse las estructuras del conocimiento
que producen las costumbres impuestas por las sociedades. A pesar
de estas afirmaciones, Sarlo no puede menos que apostar al sociólogo
apasionado y termina su artículo diciendo, el viejo mandarín,
que no quiere serlo, tiene sus razones.
El
siglo XX vió aparecer a las mujeres como sujeto social y convertir
la discriminación de cada mujer en un asunto de relaciones
de poder entre los géneros. Sin lugar a dudas, esto fue obra
de nosotras las mujeres de este siglo. En el siglo XXI, somos dos,
hombres y mujeres, quienes desafiaremos la apariencia de inmutabilidad
del "orden de las cosas" y a quienes nos toca construir juntos la
paz de los sexos.
ENCUENTRO
CON EL DIABLO
Bourdieu
por Bourdieu
¿En
qué medida los campesinos cabiles reflejan nuestras sociedades?
En
apariencia, la sociedad cabila está muy alejada de nosotros.
Pero el problema de la relación entre los sexos es a tal punto
íntimo que no se lo puede analizar únicamente reflexionando
sobre nosotros mismos. La manera de pensar de los cabiles está
presente en nuestras sociedades. En el espacio doméstico de
nuestras sociedades, por ejemplo, los hombres se ven solicitados para
tomar las grandes decisiones. Sin embargo, tales decisiones están
preparadas por las mujeres. Cuando se compra una casa, las mujeres
hacen las preguntas, averiguan el precio, el hombre decide luego.
La masculinidad funciona con las propiedades de una nobleza. Lo que
yo quise hacer es mostrar cuán profundas son las raíces
de la oposición masculino/femenino. Esa oposición está
ligada a todos los contrarios sobre los cuales reposa nuestra ética:
alto/bajo/derecho/torcido. Y también a nuestra estética:
caliente/frío, liviano/duro.
Usted
afirma, repetidas veces, que hay una complicidad en la elaboración
de esa dominación hombre-mujer: en uno de los capítulos
de su libro, usted toma el ejemplo del trabajo, donde, dice, las mujeres
se pliegan al modelo masculino.
Las
mujeres que acceden a los puestos importantes pasan por un proceso
de hiperselección. Cuando se es mujer, hacen falta más
cualidades profesionales que las de un hombre para llegar a esos los
puestos importantes. Por eso cuando llegan a esos puestos las mujeres
están, por lo general, más calificadas que los hombres:
porque se exige más de ellas. Si se observa bien, los oficios
para las mujeres responden a la idea que se tiene de lo femenino.
De alguna manera, se los considera como oficios menores, menos serios,
porque los oficios de verdad son oficios para hombres. Desde luego,
hay cierto feminismo que acumuló sus críticas en torno
del espacio doméstico, como si bastara con que el marido lavase
los platos para eliminar la dominación masculina. Hoy, la mayoría
de las conquistas femeninas en el espacio doméstico se pagan
con sacrificios en el espacio público, en la profesión,
en el trabajo. Si no se analiza la articulación entre los dos
espacios, estamos condenados a reivindicaciones parciales, que si
bien pueden acarrear medidas aparentemente revolucionarias son, en
realidad, conservadoras.
Usted
concluye La dominación masculina con una suerte
de utopía: el amor puro. Es, escribe, una suerte de isla donde
se pueden anular las relaciones de dominación. ¿Qué
es exactamente ese amor puro?.
El
amor puro es el amor loco. Puro quiere decir independiente del mercado,
de los intereses. El amor social ;conveniente; es un amor subordinado
a los imperativos de la reproducción, no sólo biológica,
sino también social. El amor puro es el amor por el arte del
amor.
Usted
opone el amor puro al amor normal. ¿Cuál es su distinción
en esa estética de la dominación?
El
amor normal es el amor socialmente sancionado. El amor puro se define
contra el amor burgués, cuyo objetivo es la carrera, y contra
el amor venal, que tiende al dinero. Ambos son amores mercenarios.
El amor puro es una transgresión social porque está
en ruptura contra el orden social, que exige garantías.
En
el primer capítulo del libro, Una imagen agrandada,
el autor define su estrategia, transformar un ejercicio de reflexión
trascendental en una experiencia de laboratorio, pasando por
la construcción social de los cuerpos, la incorporación
de la dominación, de la violencia simbólica, de
la virilidad y la violencia. Y desarrolla la teoría de
lo que da en llamarse coraje masculino, a menudo una forma de
cobardía y la virilidad, un miedo a lo femenino. El segundo
capítulo se titula, La Anamnesis de las constantes
escondidas, Bourdieu se refiere a la masculinidad como una
especie de nobleza, partiendo para esta categorización
de la asimetría en la evaluación de las actividades
de ambos sexos; al ser femenino como un ser-visto y a la visión
femenina de la masculina, ilustrada en "la lucidez inquieta
e indulgente" que Virginia Woolf presta al personaje de Mrs.
Ramsey. En Permanencias y Cambio, tercer y último
capítulo, Bourdieu encara el trabajo histórico
de deshistorización, los factores del cambio, la economía
de los bienes simbólicos, las estrategias de reproducción
y la fuerza de la estructura en donde reitera la homologación
entre las estructuras femeninas y masculinas, que en su permanencia,
hacen imposible a las mujeres recuperar su "handicap". El libro
se termina con un Pos Scriptum sobre la dominación
y el amor y con una Conclusión sobre las posibles
reacciones frente a la divulgación de su análisis
científico sobre la dominación. Finaliza el libro
con un Anexo: "Algunas cuestiones sobre el movimiento
gay y lesbiano" que es un alegato contra la homofobia y contra
toda discriminación, aunque aquí también
encuentra respuestas por parte de integrantes de ambos movimientos
que consideran que no necesitan los consejos del sociólogo,
como por ejemplo el que deben ponerse al servicio del movimiento
social en su conjunto y ser la vanguardia de los movimientos
subversivos, ya que sus integrantes están dotados de
un fuerte capital cultural. Nadie es profeta.
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