Entre
el corazón y la razón: los resultados electorales y
el perfil de la Primera Vuelta
Los
resultados del 31 de octubre concretaron el anunciado triunfo de la
izquierda a nivel nacional en esta primera vuelta. En rigor, esta
primera instancia electoral define el escenario del balotaje que se
realizará el 28 de noviembre próximo donde se confrontarán
el Dr. Tabaré Vázquez del Encuentro Progresista y el
Dr. Jorge Batlle del Partido Colorado; y por otra parte define la
composición de la totalidad del Parlamento Nacional en sus
dos Cámaras.
Resultados
electorales del 31 de Octubre de 1999.
|
Frecuencias
absolutas
|
Porcentajes
|
Habilitados
|
2.402.160
|
100%
|
Votantes
|
2.198.157
|
92%
|
Encuentro
Progresista
|
856.452
|
39%
|
Partido
Colorado
|
695.926
|
31.7%
|
Partido
Nacional
|
472.121
|
21.5%
|
Nuevo
Espacio
|
96.849
|
4.4%
|
Unión
Cívica
|
5.074
|
0.2%
|
Fuente:
Primer escrutinio. Corte Electoral.
La
izquierda tiene la mayor bancada pero ninguno de los partidos puede
conformar por sí sólo la mayoría absoluta, planteándose
así un escenario paradójico en términos políticos:
un presidente fortalecido (por lo menos electoralmente, ya que será
electo por primera vez en Uruguay por mayoría absoluta) con
una minoría parlamentaria, cualquiera sea el candidato triunfador
en la segunda vuelta.
Desde
esta perspectiva, la gobernabilidad deberá sin duda verse garantizada
por un gobierno de coalición o de coparticipación que
incluye a la izquierda como la principal fuerza política. Esto
pasa a constituir entonces el primer aspecto a señalar del
resultado emergente de las urnas y por tanto el primer gran desafío
del sistema.
Sin
embargo, la cohabitación no es nueva para el país, ya
que hasta el momento ha "cohabitado" un gobierno de izquierda en Montevideo
por dos períodos consecutivos con la alternancia a nivel del
gobierno nacional de los dos partidos tradicionales. En términos
de estabilidad los resultados fueron auspiciosos. Tampoco es novedosa
la experiencia de gobierno de coalición, aunque no existe formalmente
esta figura en nuestra legislación y cuando existe, se basa
en acuerdos interpartidarios y en la disciplina política de
las bancadas a nivel intrapartidario.
El
sistema de balotaje puede dar mayor consistencia a esta coalición
que de hecho ha funcionado durante el gobierno del Partido Colorado
en el período que está culminando, pero implica también
la formalización de acuerdos que harán sin duda de la
disciplina partidaria uno de los factores centrales para su efectiva
operacionalización.
Se
ha dicho frecuentemente que en un régimen de balotaje, el votante
vota en la primera vuelta con el corazón y en la segunda con
la razón; es decir, que inicialmente el elector privilegia
la lógica partidaria y el voto de los parlamentarios de su
partido y en la segunda opta (por opción o por descarte) dentro
de lo posible. Sin embargo, es posible afirmar a partir de los resultados
del domingo 31 dos cuestiones: que la elección nacional tuvo
una lógica presidencialista antes que parlamentaria y que,
por tanto, hubo una cierta anticipación del balotaje dándose
un fenómeno de cruce de votos interpartidario en la primera
vuelta. En este sentido, el elector uruguayo no parece confirmar esa
tradicional expresión y votó "con la razón",
es decir, independientemente de su tradición partidaria ya
en octubre, mostrando asimismo la preeminencia de la competencia presidencial
por sobre la lógica parlamentaria.
Si
esto es así, se podría explicar el bajo desempeño
electoral del Partido Nacional por el trasiego de votos hacia el Encuentro
Progresista (probablemente hacia sectores que tuvieron un desempeño
más exitoso del previsto como el sector del senador Danilo
Astori) y hacia el Partido Colorado (probablemente también
hacia el sector del Foro Batllista, que casi equiparó la votación
del Batllismo).
Se
abre entonces una etapa fundacional en Uruguay: la campaña
hacia el balotaje, donde los dos candidatos presidenciales tratan
de constituirse en "candidatos de todos los uruguayos", compitiendo
desde el mismo domingo 31 por un discurso integrador y por los símbolos
nacionales de más cara representatitividad frente a la ciudadanía.
En
este clima, entonces, se consolida la polarización de las opciones
electorales en las llamadas "dos familias ideológicas." En
el discurso del Dr. Jorge Batlle esta polarización se expresa
en el "partido de los liberales frente al partido marxista", y en
el discurso del Dr. Tabaré Vázquez, la confrontación
es entre el "polo conservador y el polo progresista".
De
la campaña del "cuco" a la poliarquía: la capacidad
democrática de la ciudadanía como garante del sistema
Un
segundo aspecto a resaltar es la consolidación efectiva de
un esquema democrático que - en función de las categorías
de Robert Dhal - constituiría una efectiva poliarquía.
La poliarquía se define por la estabilidad del sistema democrático,
por la posibilidad de alternancia de los partidos en el gobierno,
pero fundamentalmente por la posibilidad efectiva de organización
de la oposición. En este sentido, tanto el récord de
participación del electorado como la opción mayoritaria
por una opción no tradicional, expresan una actitud de madurez
política que confió en la vocación democrática
de la ciudadanía uruguaya.
La
"campaña del cuco" como algunos medios denominaron al perfil
de la propaganda y la campaña electoral desarrollada hasta
octubre, se ha visto claramente desvirtuada por un electorado independiente
que optó por una alternativa política no tradicional
sin temor a la inestabilidad institucional. En este sentido, reconocidos
personajes de la vida política nacional, entre ellos, el propio
presidente de la República Dr. Julio María Sanguinetti,
se expresaron públicamente sugiriendo riesgos de estabilidad
frente a un eventual triunfo del Encuentro Progresista. El electorado,
además de votar con la razón, parece haber apostado
a la madurez cívica que le caracteriza demostrando no temer
en este sentido.
Y
creemos que esto vale la pena ser resaltado, ya que es un triunfo
de todos y todas.
Sorpresas
de la primera vuelta: la ruptura material y simbólica del bipartidismo
en el Uruguay profundo
La
primera vuelta electoral realizada el 31 de octubre próximo
pasado ha deparado un conjunto de sorpresas que muestran un pís
distinto. El factor más relevante a señalar ante el
triunfo de la izquierda a nivel nacional es la ruptura del bipartidismo
en el interior del país. Tanto el desempeño global del
Encuentro Progresista (39% de los votos), como la composición
de ese porcentaje de votantes en los distintos departamentos del interior,
representan un clivaje en el comportamiento político tradicional
del Uruguay que puede asimilarse al impacto provocado por la irrupción
electoral del Frente Amplio en 1971. La llamada ruptura del bipartidismo,
concretada a partir de ese año con la integración de
la izquierda al sistema de partidos con clara "vocación de
integración sistémica" se concreta en este fin de siglo
con la transposición de las "fronteras del voto partidario"
en todo el territorio nacional.
En
términos de cultura política hay un país que
nace y otro que perece. También en estos términos es
el fin de la "previsibilidad del electorado" mientras se mantengan
algunos aspectos de las reglas de juego estrenadas con la nueva Constitución:
la obligatoriedad de las elecciones internas y la definición
de un candidato único a la presidencia de la República
por partido; la eliminación de la Ley de lemas a nivel de diputados;
la elección de la presidencia por mayoría absoluta con
el sistema de balotaje; y la separación en el tiempo de las
elecciones nacionales y departamentales.
La
ruptura del bipartidismo en el interior tiene una dimensión
material, expresada en el hecho de que el Encuentro Progresista gana
en cuatro departamentos (que corresponden a la zona de mayor densidad
de población del país) y se constituye en segunda fuerza
en otros cuatro. Pero tiene fundamentalmente una dimensión
simbólica, por cuanto expresa la ruptura de las barreras invisibles
de la lealtad partidaria que hace posible esta transposición
de votos de un partido a otros, lo que incorpora a la izquierda, ya
no como una fuerza política a tener en cuenta, sino como miembro
efectivo del gobierno de coparticipación. Por primera vez en
algunos departamentos, el primer y/o segundo diputado no corresponde
automáticamente a los partidos tradicionales; es en definitiva
el fin del llamado "Pacto del Chinchulín".
El
mapa electoral y parlamentario de 1999
En
un contexto de fuerte involucramiento con la política donde
votó el 92% del electorado, los resultados del 31 de octubre
muestran una tendencia al desempate del sistema de partidos de tres
tercios emergente de la elección de 1994. Como han señalado
diversos analistas, el sistema multipartidista con tres partidos mayores
divididos en tercios parece reorientarse hacia un nuevo agrupamiento
y conformación de la izquierda en primer lugar, con 7 puntos
de diferencia del Partido Colorado. Esto trasciende en el departamento
de Canelones, caracterizado por un voto "metropolitano", para concretarse
en triunfos del Encuentro Progresista en otros departamentos del interior:
Paysandú, con una asombrosa votación del 40% y Maldonado.
La
geografía de un cambio
El
voto en el interior del país consolida una nueva geografía
electoral expresada en el incremento notable de la adhesión
a la izquierda y particularmente, la reducción de las voluntades
que apoyaron al Partido Nacional.
Si
se considera el porcentaje de votos del partido ganador es posible
identificar una nueva regionalización del país en cuatro
grandes zonas:
La
zona del triunfo de la izquierda, compuesta por los departamentos
de Montevideo, Canelones, Paysandú y Maldonado, región
donde se localiza el 64% de los electores del país. En
esta zona, el porcentaje de votación del Encuentro Progresista
oscila entre el 50.2% y el 34.08%
Un segundo escalón de votación donde el Encuentro
Progresista se coloca como segunda fuerza, integrado por los departamentos
de San José, Río Negro, Salto y Soriano. Este tramo
varía entre el 29% y el 31 % de votación.
Un
tercer nivel de adhesión integrado por los departamentos
de Cerro Largo, Colonia, Rocha y Florida, donde la izquierda queda
en el tercer lugar pero con un nivel de competitividad alto en relación
a los otros partidos; el porcentaje de votos oscila entre un 25%
y un 28%,
Y
un cuarto escalón, correspondiente a la zona de menor votación
de la izquierda, (entre el 18% y el 22%) integrada por los departamentos
de Rivera, Durazno, Flores, Tacuarembó, Artigas, Lavalleja
y Treinta y Tres.
Sin
embargo, si se observan los movimientos del país en términos
relativos, las variaciones entre la elección de 1994 y 1999
muestra un escenario donde el departamento de mayor crecimiento de
la izquierda es Maldonado, seguido de Paysandú, Rocha, Canelones
y Cerro Largo en ese orden.
Voto
comparado del Encuentro Progresista - Frente Amplio. (1994-1999)
Departamento
|
%
Voto 1994
|
%
Voto 1999
|
Dif.
Porcentual
|
Montevideo
|
38.40
|
50.12
|
11.72
|
Canelones
|
24.20
|
37.76
|
13.56
|
Paysandú
|
22.30
|
39.72
|
17.42
|
Maldonado
|
16.00
|
34.08
|
18.08
|
Salto
|
17.90
|
30.27
|
12.37
|
San
José
|
18.01
|
29.76
|
11.75
|
Soriano
|
|
29.00
|
|
Río
Negro
|
15.60
|
27.69
|
12.09
|
Colonia
|
17.60
|
28.71
|
11.11
|
Florida
|
16.60
|
27.66
|
11.06
|
Rocha
|
11.80
|
26.55
|
14.75
|
Cerro
Largo
|
12.60
|
25.26
|
12.66
|
Treinta
y Tres
|
10.80
|
21.74
|
10.94
|
Artigas
|
12.00
|
21.65
|
9.65
|
Tacuarembó
|
11.80
|
21.19
|
9.39
|
Flores
|
12.10
|
20.93
|
8.83
|
Lavalleja
|
10.40
|
20.30
|
9.9
|
Durazno
|
10.60
|
20.62
|
10.02
|
Rivera
|
08.00
|
18.24
|
10.24
|
El
voto de izquierda ha estado tradicionalmente asociado a variables
explicativas tales como el grado de urbanización, la condición
de actividad, el grado de industrialización o "modernización"
económico-productiva de la zona y el nivel educativo de la
población. Sin embargo habría que agregar en este caso
otras dimensiones como el perfil de la competencia entre los otros
partidos en cada departamento, la presencia/ausencia de liderazgos
nacionales y locales, y el propio perfil de la campaña electoral.
En
relación al perfil de la competencia intra e interpartidaria,
los partidos tradicionales y en particular el Partido Nacional, parecen
haber tenido dificultades para adaptarse a las pautas electorales
establecidas por la nueva Constitución. Tanto la definición
de un candidato único a la Presidencia de la República,
como la eliminación de la ley de lemas a nivel de diputados,
dio como resultado una competencia intrapartidaria de difícil
resolución, una campaña fuertemente centralizada en
las figuras principales de la estructura del partido, un protagonismo
casi exclusivo de los presidenciables, lo que postergó a los
líderes locales y departamentales. Este efecto puede haber
generado una reducción de la capacidad de reclutamiento electoral
de los partidos en sus tradicionales feudos políticos y en
los formatos más tradicionales de convocatoria.
Tiempos
y tonos
El
perfil de la campaña también fue importante en el desempeño
partidario. En este sentido, pueden identificarse "tiempos y tonos"
caracterizados por perfiles de confrontación diversos que influyeron
en la decisión:
¨
Tiempos de recomposición: esta fase incluye la etapa inmediatamente
posterior a las elecciones internas de abril hasta el lanzamiento
efectivo de la campaña electoral. Insumió tiempos distintos
para cada partido; el Partido Nacional vivió la situación
de mayor conflictividad, haciéndose cargo de la fragmentación
más dura y de más difícil restauración,
mientras que el Partido Colorado pareció largar la campaña
en la mejor posición tras lanzar su fórmula unificada
y recompuesta a sólo 24 horas de las internas, en torno a la
cual la estructura partidaria cerró filas.
¨
Tiempos de programas: los partidos tuvieron que presentar sus ofertas
electorales y de gobierno a la ciudadanía frente al dilema
de diferenciarse entre sí, pero también apostar (todos)
a un electorado de centro que sesgó el perfil de los contenidos
de las plataformas. En esta fase, el lanzamiento del Plan de Emergencia
del Encuentro Progresista "marcó la cancha" y los partidos
tradicionales perdieron protagonismo asumiendo a partir de allí
una actitud de contestación de la oferta del Encuentro. Esta
situación les generó un doble problema: dificultades
para despegarse de una agenda elaborada por la izquierda, y dificultad
para expresar diferencias sustantivas entre el Partido Colorado y
el Partido Nacional. En cualquiera de los casos, tanto en la izquierda
como en los partidos tradicionales y el Nuevo Espacio, la campaña
programática fue menos relevante que la campaña de los
protagonistas. Como dice Hilia Moreira, fue una campaña muy
"sensual".
¨
Tiempos de negociación y conformación de listas: este
período que se cierra formalmente a fines de setiembre, constituyó
una larga etapa de negociaciones vinculada a la primera fase (la recomposición).
Pero fundamentalmente, se concretó aquí uno de los rasgos
que irían a caracterizar la campaña: la personalización
y centralización de los lugares protagónicos en figuras
centrales. Se repiten los titulares, quiénes son los personajes
de primera línea y en quiénes se depositará todo
el peso de la campaña, y aparecen "los suplentes", aquellos
protagonistas de segunda hora que recién comienzan a aparecer
después del primer escrutinio.
¨
Tiempos de diferenciación y confrontación: es la campaña
en sí, la competencia, la personalización de la diferencia
y de la adhesión, el reclutamiento electoral. En este plano,
es tal vez donde más claro se expresaron las dificultades de
los partidos tradicionales (acostumbrados a la multiplicidad de candidaturas)
para poner en marcha la máquina electoral en el contexto de
las nuevas reglas que la Constitución establece. La apatía
es en muchos departamentos y a nivel de muchos liderazgos locales
el tono predominante; la presencia del líder central es casi
el único recurso electoral eficaz; la descalificación
es muchas veces el argumento. En suma, es a partir de esta fase de
la campaña que los partidos tradicionales deben recomponer
sus vínculos y relaciones para el balotaje.
Sin
embargo, resta preguntarse cómo influyeron en la campaña
y en el posicionamiento político posterior de la ciudadanía,
movimientos de la sociedad civil que tuvieron como protagonistas a
sindicatos, empresarios, comerciantes, gremios, comisiones de fomento,
corporaciones rurales -tales como Paysandú para Todos - que
se articularon en torno a preocupaciones como el empleo, la productividad
y problemas de desarrollo municipal y regional que parecen haber trascendido
la capacidad de los partidos para dar respuestas adecuadas.
La
composiciòn del Parlamento y el lugar de las mujeres
El
primer escrutinio procesado hasta el momento permite anticipar la
siguiente composición parlamentaria: en el Senado, 12 senadores
para el Encuentro Progresista, 10 senadores del Partido Colorado,
siete senadores del Partido Nacional y uno del Nuevo Espacio. A nivel
de diputados corresponden 40 bancas al Encuentro Progresista, 33 para
el Partido Colorado, 22 para el Partido Nacional y 4 para el Nuevo
Espacio.
Las
mujeres incrementaron su participación en el Parlamento de
un 7% a un 12.3% que corresponden a 3 bancas en el Senado, ocupadas
por Mónica Xavier y Marina Arismendi del Encuentro Progresista
y Julia Pou de Lacalle del Partido Nacional.
A
nivel de diputados, las mujeres ocupan 13 bancas: Margarita Percovich,
Nora Castro, Daisy Tournée y Silvana Charlone por el Encuentro
Progresista; Glenda Rondán, Marianella Medina, Martha Montaner,
Diana Saravia y Yaneth Puñales por el Partido Colorado; Beatriz
Argimón y Alejandra Rivero de Bejérez por el Partido
Nacional.
Si
bien hay que saludar el incremento porcentual de la participación
de la mujer en cargos parlamentarios, ésta parece ser todavía
una de las tareas más arduas para la efectiva democratización
del acceso a cargos de poder, ya que seguiríamos esperando
hasta el 2070 (de acuerdo a diversas proyecciones) para lograr la
equiparación de los cargos en este nivel.
El
resultado electoral del "fenómeno Julita"
Julia
Pou de Lacalle fue protagonista de uno de los escasos aspectos novedosos
de la campaña electoral, lanzándose "por lista propia"
a nivel de diputados en Montevideo y en Canelones (allí donde
el Partido Nacional se lo permitió). Su intento de consolidar
una lista propia al Senado fue finalmente desarticulado desde la estructura
del partido, así como fueron desestimadas iniciativas para
habilitar la apertura de listas en otros departamentos del país
como el caso de Rivera.
La
"lista de Julita" captó el 39.5% de los votos nacionalistas
del departamento de Canelones (23.300 votos), y el 23% de los votos
de Montevideo (26.873 votos), consolidando una banca en la capital
y dos en Canelones, listas en los dos casos encabezadas por ella,
quien al mismo tiempo es senadora electa por la lista oficial del
herrerismo. En el caso de Montevideo, la subrogará en el cargo
la primera suplenta Esc. Beatriz Argimón, y en Canelones la
banca será ocupada por su hijo Luis Alberto Lacalle Pou.
En
términos electorales dentro de su partido fue exitosa, aunque
sin duda la afecta también el revés del desempeño
nacionalista. En este sentido, queda por saber si -después
de resuelto el balotaje- se postulará a la Intendencia de Canelones
de acuerdo a sugerencias o indicios que surgen de sus expresiones.