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Artículos
del Cotidiano Nº 31
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Las articulaciones
de mujeres de Argentina, Chile, Brasil, Paraguay y Uruguay creadas para
realizar el seguimiento de la IV Conferencia de Beijing realizaron un
encuentro en Montevideo los días 13,14,15 de octubre con la participación
de algunas redes regionales como CLADEM, REPEM y Control Ciudadano que
han trabajado en áreas de la Plataforma de Acción Mundial.
Los
objetivos del encuentro eran poner en común la experiencia realizada
en cada país, evaluar los avances y dificultades para la implementación
de la Plataforma, el desarrollo de las organizaciones de mujeres, y
las experiencias de "control ciudadano" como estrategia de fortalecimiento
de las organizaciones civiles. En un plano más concreto esta
instancia se enmarca en la preparación de la participación
de las organizaciones no gubernamentales en la conferencia de CEPAL
de febrero y las de Naciones Unidas en el año 2000 para evaluar
la IV Conferencia sobre la Mujer.
Los relatos
de las acciones encaradas en cada país encontró oídos
atentos y frescos en mujeres que no estuvieron involucradas en el período
de preparación de la Conferencia y que podían aportar su
propia mirada sobre aquella experiencia. Por suerte, había muchas
caras nuevas y algunas, también, jóvenes.
Las dificultades
y problemas, las dudas, los desafíos, no tienen nada de novedosos
y recuerdan reflexiones similares a las realizadas cuando, volviendo de
la Conferencia de Beijing, nos reunimos en Paraguay y evaluamos nuestra
participación como mujeres del Cono Sur. La principal diferencia
entre aquella reunión y ésta, radica en el camino recorrido,
en las cosas que hemos hecho, en la afirmación de una identidad
más o menos colectiva desde la cual hemos procesado debates, impulsado
iniciativas y negociaciones con los gobiernos. Muchos "debe", pero con
un espacio para analizarlo; muchos desafíos pero menos dudas; muchas
tareas, pero menos omnipotencia. Más madurez, más calma,
más productos.
La presencia
de nuestra agenda en la opinión pública se ha incrementado
pero muchas veces ha sido a impulso de las iniciativas gubernamentales
y de los organismos internacionales. Por eso, su contenido ha aparecido
más desdibujado y parcial, dando la ilusión de que es posible
insertar más democracia, más equidad, más justicia
en un contexto de sociedades ine-quitativas, discriminatorias, exclu-yentes
y empobrecidas.
En cada uno
de los países parece compartirse un sentimiento contradictorio
de frustración, por un lado, y logros y avances, por otro.
Se han realizado
ejercicios de control ciudadano que fortalecen la capacidad de propuestas
de las mujeres organizadas y desarrollan una nueva cultura de participación.
Muchas organizaciones están detrás de cada ley para garantizar
que no sea un retroceso de los derechos de las mujeres, otras hacen campañas,
cursos de capacitación, investigaciones, encuestas, seminarios
etc. Sin embargo no hemos logrado intervenir en la discusión de
los temas económicos, en la definición de los presupuestos
y aún presentando matices, en los diferentes países de la
región, la equidad de las relaciones de género no es un
componente ético insoslayable para cualquier propuesta democrática.
A medida
que cada una de las articulaciones y redes presentaban sus informes, fue
tomando forma el sentimiento de la enorme cantidad de cosas que realizamos
para que aquellos puntos recogidos en los compromisos de Beijing no fueran
letra muerta.
Las
mujeres del Sur
En 1994,
antes de la Conferencia Regional de Mar del Plata, se realizaba en Montevideo
un encuentro de los Grupos Iniciativa de Paraguay, Argentina, Chile, Brasil
y Uruguay para discutir la participación en la convocatoria de
CEPAL y en la coordinación de América Latina y El Caribe
para la IV Conferencia de Naciones Unidas sobre la Mujer a realizarse
en Beijing en 1995. La convocatoria realizada por UNIFEM en los países
de la región, fue determinante de estas iniciativas y para muchas
de nosotras esta instancia fue, claramente, un pretexto para desarrollar
nuestra propia organización (en el caso de Uruguay, para romper
la segmentación de las organizaciones de mujeres y crear una instancia
más amplia de articulación nacional).
De ese encuentro
surgió la publicación Las Mujeres del Sur, documento
con el cual empezamos a crear una cierta identidad regional, precaria,
apenas incipiente y que en realidad inició un proceso de
mirada hacia afuera, de conocimiento mutuo y de puntos de referencia que
marcaron el proceso de participación del Cono Sur en la coordinación
de América Latina y el Caribe hacia Beijing.
A la vuelta
de China, con una agenda global en mano, volvimos a reunirnos en Paraguay
para evaluar lo logrado, para analizar los déficit, para discutir
nuestros "nudos" y elaborar algunas líneas de trabajo para el futuro.
La relación de las ONG con el movimiento amplio de mujeres, la
democracia interna de las articulaciones, la representatividad y legitimidad
de estos espacios, la agenda feminista y la relación con el Estado
fueron temas de debate.
Definimos
entonces que el desafío se planteaba en el ámbito nacional,
que la Plataforma de Acción emanada de la IV Conferencia debía
ser uno de los instrumentos principales de nuestro trabajo con el movimiento
de mujeres, que el eje central debía ser articular la diversidad
de intereses de los grupos de mujeres en espacios políticos a nivel
nacional.
El diálogo
con los gobiernos por la implementación de la PAM (Plataforma de
Acción Mundial) debía basarse en un movimiento de mujeres
capaz de interpelar, proponer, presionar e insertar nuestras demandas
en el movimiento social amplio. No eran pocos los desafíos y nos
enfrentaba a nuestros propios límites. Apelábamos a una
plataforma política pero, ¿quiénes asumirían
este compromiso?, ¿las ONG en las que trabajábamos?, ¿las
redes o coordinaciones creadas en el proceso latinoamericano de preparación
de Beijing?
En cada país,
los debates, dudas, malestares y confusiones generaron matices, valoraciones
y posturas distintas. La acción política no se inventa de
un día para otro, y las organizaciones de mujeres no son ajenas
al escepticismo respecto a las acciones colectivas. Organizar un espacio
político "alternativo" es complejo y demanda más trabajo
que hacer una consultoría o escribir un documento. Supone una construcción
paciente y lenta, un proceso que acumule saberes y apropiación
colectiva de ellos. Muchas veces este proceso se traba por pequeñas
disputas y grandes debilidades a la hora de capitalizar logros y aparecer
públicamente como punto de referencia de un sujeto político.
Este debate se plateó entre algunas mujeres y organizaciones que
habían impulsado la participación en la IV Conferencia de
Naciones Unidas, y no pretendía representar otra cosa, no sustituía
otras militancias feministas ni del movimiento de mujeres, era en todo
caso una estrategia para intervenir en la elaboración de propuestas
en torno al documento surgido de la Conferencia.
Como toda
acción política, las prácticas definen caminos y
perfilan opciones, a veces por omisión o por simple debilidad.
Entre lo que se quiere hacer y lo que se hace, entre los discursos y la
práctica se juegan no sólo las ideas sino la acumulación
de experiencias, las opciones laborales, el desencanto y la esperanza
de cada una/o de los y las sujetos. Las dificultades para crear espacios
de trabajo permanentes y democráticos, abiertos y eficaces en su
labor, es y será un tema de preocupación y en cierto sentido,
pendiente.
La organización
creada para participar en la Conferencia de Beijing y la presencia y conducción
de muchas feministas en la Coordinación Latinoamericana y del Caribe,
hizo de esta experiencia un tema de confrontación en el Encuentro
Feminista de Cartagena. Curiosamente este debate no se trasladó
con igual fuerza al interno de todos los países, pero dejó
un sabor amargo entre las que fueron y aún en aquellas que sólo
conocieron las anécdotas. La ilusión de haber creado una
nueva forma de hacer política caía estrepitosa y lastimeramente.
Cómo organizarse y en torno a qué temas ha sido desde siempre
el gran punto de conflicto y disputa entre todos los movimientos sociales
de la historia.
Después
de Beijing, algunas mujeres creyeron posible mantener una articulación
regional que potenciara la visibilidad de las organizaciones de mujeres
a nivel regional.
Los objetivos
eran poco claros, y los caminos para construir esa articulación
permanente aún más confusos. La articulación regional
mirada desde lo que sucedió realmente en cada país y desde
el conjunto de sus organizaciones, no tuvo ninguna significación,
ni impacto, ni contacto. Si es difícil mantener una estructura
de articulación e intercambios a nivel nacional con organizaciones
muy diversas entre sí y a su vez crear mecanismos de democracia
interna y legitimidad de sus representantes, mucho más difícil
es emprender esa empresa en un espacio supranacional sin correr el riesgo
de burocratizar los mecanismos y dejar afuera los matices más ricos
de un proceso plural y muy diverso.
Los desafíos
y las interrogantes transitaron por otros caminos y otras prioridades.
La interlocución
con los Estados y más concretamente con los gobiernos de nuestros
países nos enfrentaron a dilemas y desafíos políticos.
La propia estructuración de la Plataforma de Acción tiende
a dificultar una intervención más global con los gobiernos,
y nuestras incapacidades y debilidades no nos permitieron fortalecer las
voces críticas en cuanto a los modelos de desarrollo económico
y social. ¿Qué relación tiene "nuestra agenda" con
la agenda democrática y la justicia social? ¿Cuál
es el sujeto de la interpelación a los gobiernos?
Colocar las
demandas de las mujeres en la agenda pública, hacer que se conviertan
en políticas de Estado nos lleva a abordar temas generales: la
institucionalidad democrática, la reforma del Estado, el impacto
de las políticas públicas y económicas.
El tema parece
ser más complejo, "desde hace más de una década,
dice Maruja Barrig, el debate en América Latina sobre las utopías
sociales,(...) discurre sobre el cauce cómodo de la búsqueda
de lo posible, generalmente cambios procedimentales en las normas estatales,
en cuyo sedimento es posible encontrar un cierto desencanto ante la vigencia
de las "masas críticas" como motor de cambio."
En el contexto
de la globali-zación económica no se discuten modelos alternativos
de desarrollo sino cómo gestionar mejor, con más transparencia
los recursos estatales. La estabilidad cambiaria y el equilibrio fiscal,
convertidos en paradigmas, son el punto de partida para la diferenciación
programática. En este contexto se habla de la "despolitización"
de las demandas feministas y tal vez, valdría la pena formularse
también otras preguntas: ¿cuáles son, hoy, las demandas
feministas? ¿El aborto, la opción sexual, la autonomía?
¿Desde qué espacio proponen las feministas sus propuestas?
¿No seguiremos apegadas nostál-gicamente a un espacio contestatario,
fuertemente confrontativo que caracterizó la primera fase del feminismo
en América Latina?
Confieso
que me gustaría tener la capacidad de respuesta y creatividad que
nos hiciera contestar irreverentes frente a los miles de abusos simbólicos
y de los otros, que vivimos a diario. Pero la nostalgia no es buena consejera
a la hora de construir alternativas y en estos años a partir de
una estrategia común hemos hecho muchas cosas para alimentar ese
sueño. Hemos monito-reado a los gobiernos y su cumplimiento de
los compromisos, hemos creado instrumentos organizativos, (siempre en
construcción), hemos elaborado informes, hemos realizado encuentros
nacionales y locales, hemos coordinado actividades regionales y campañas,
hemos creado grupos de trabajo entre mujeres de varios países,
y lo que es más importante, hemos conocido y reconocido múltiples
espacios desde donde se impulsan iniciativas. A pesar de las debilidades,
a pesar de los escasos recursos y a pesar de los múltiples compromisos
y tareas, hemos mantenido nuestras articulaciones y no es poca cosa.
Lilián
Celiberti
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