El aborto en particular, y los derechos sexuales y reproductivos
en general, no suelen ser temas de campaña electoral. Existen
muchos ejemplos que demuestran cómo toda iniciativa que se
gestione a nivel jurídico, para elaborar una normativa sanitaria,
de debate o de opinión pública cae en el absoluto
mutismo a la hora de la «contienda electoral». Las explicaciones
suelen situarse en que no es claro para los partidos políticos
el cómo reaccionaría el electorado ante estos temas
urticantes y por lo tanto nada seguro si se traduciría en
más votos para su molino o todo lo contrario. Por lo tanto:
mejor obviarlo.
Sin
embargo lo acontecido en la Argentina y algunos hechos de Uruguay acercan
otros elementos que ameritan algunas reflexiones. Y si bien «interpretaciones»
puede haber muchas» no deja de ser tentador arriesgar algunas.
La
derrota de Graciela
El
16 de setiembre, en plena efervescencia de la campaña hacia las
elecciones argentinas, la entrevista de primera plana a Zulema Yoma
publicada en «Página/ 12» conmocionó la escena
política. En respuesta a las intenciones del Partido Justicialista
de colocar el aborto en la campaña y con ello atacar a sus adversarios
de la Alianza, declara «Yo no puedo ser una hipócrita»
y confiesa haberse realizado un aborto apoyada por su exmarido, el presidente
Menem. El mismo que ha hecho de la defensa del «no nacido»
una de sus banderas.
«Lamentablemente
siempre he callado este episodio y hoy me veo en una situación
en la que tengo que decir la verdad... No puedo soportar el cinismo
de los legisladores que encabezan esta campaña...» -
dijo Zulema, reaccionando como no lo hicieron los aludidos y aludidas
de la Alianza.
La
principal «acusada» de abortista por los dirigentes justicialistas
fue la Sra. Graciela Fernández Meijide, candidata a la gobernación
de la provincia de Buenos Aires por haber acompañado en 1994,
siendo diputada, una iniciativa para permitir el aborto ante determinadas
circunstancias, como riesgo de vida de la mujer.
Si
bien las encuestas la situaban en un empate técnico o como ganadora
ante su opositor Carlos Ruckauf, actual vicepresidente de la Argentina,
(quien días antes de las elecciones volvió a acusarla
de tener una «actitud anticristiana», «proponer el
aborto» y «negar a Dios»), Graciela Fernández
Meijide perdió la gobernación de Buenos Aires por una
diferencia de casi 10 puntos. Una pérdida impactante para ella
como mujer política, para el Frente País Solidario (Frepaso)
dentro de la Alianza y para la historia política de la Argentina.
No resulta nada fácil para una fuerza política ganar las
elecciones nacionales y perder la gobernación de la principal
provincia donde se concentra el 37 % del electorado argentino. Cabría
preguntarse ¿el haber sido acusada de defensora del aborto fue
uno de los factores que incidió en su derrota? ¿o la razón
fue el eludir el debate y tratar de minimizar el aborto como un tema
de interés político?
«Si
uno toma en cuenta cuáles son los temas que preocupan a la gente,
en ningún momento aparece éste (el aborto), y por lo tanto
está instalado artificialmente. Yo creo que lanzarlo así
revela muy poco respeto, sobre todo para las mujeres, porque es un asunto
privado que siempre ocurre íntimamente a las mujeres. Si en algún
momento hay que discutirlo, no hay que utilizarlo como un elemento de
campaña», declaró Graciela al diario Página/12,
el 16 de setiembre de 1999.
Sin
embargo, en el mismo artículo los asesores de la candidata planteaban
que el Partido Justicialista, con una posición monolítica
sobre el aborto, habría encontrado una tema de campaña
en el que existirían importantes discrepancias dentro de la Alianza.
Si
se practican aproximadamente 500.000 abortos anuales en la Argentina
y muere más de una mujer pobre por día a causa de un aborto
inseguro. Si sectores de la sociedad se han pronunciado a favor del
derecho al aborto como los Encuentros Nacionales de Mujeres que reúnen
anualmente a 10.000 participantes desde hace 13 años. O, como
la Central de Trabajadores Argentinos que resolvieron en su 2º
Congreso de mayo de este año apoyar la despenalización
del aborto (Coordinadora por el Derecho al Aborto). ¿se puede
afirmar que éste no es un tema de campaña y menospreciar
el valor político y electoral que tienen todas las problemáticas
sociales que afectan de manera especial la situación y la vida
de las mujeres?
Parece
ser que lo que primó fue el salvaguardar, a cualquier precio,
los finos hilos con los que se atan los acuerdos partidarios dentro
de las coaliciones políticas. De allí que no se abordaran
los temas candentes abiertamente, que se afirmara que no son temas que
interesan a la población o que se tratara de salir del paso diciendo
que son problemáticas de la órbita íntima y personal.
Tener posiciones de este tenor ¿no tiene un precio político?
En
esta margen del Plata
En
Uruguay, las declaraciones de Zulema Yoma ni siquiera motivaron a incluír
en sus preguntas ni una sola sobre el tema del aborto, a pesar de la
infinidad de entrevistas a los candidatos políticos que se hicieron
en la competencia electoral. Si alguna inquietud fue formulada partió
de algún o alguna oyente o espectador/a que tuvo línea
abierta para hacerlo. Y, reiteradamente, se encontró con evasivas
y respuestas esquivas.
En
esta campaña electoral «a la uruguaya», desde las
filas partidarias el silencio ha sido casi absoluto. Nada de abordar
asuntos que fuesen más allá de enchastrar al contrario,
de discutir sobre propuestas económicas o de resaltar cucos y
rivalidades históricas de los candidatos. Ni de derecha ni de
izquierda, ni progresistas ni conservadores arriesgaron a expresar propuesta
sobre ningún tema conflictivo que pudiese poner en mayor riesgo
los fragilísimos acuerdos internos partidarios. Y si en algún
caso apareció el aborto en el discurso de algún candidato
al parlamento -en los presidenciables ni remotamente- no fue precisamente
porque estuviese dispuesto a dar la lucha para que la solución
al tema fuese un compromiso para el futuro.
El
problema es que no puede seguir sosteniéndose, como se nos dijo
en la campaña electoral de 1994, que ninguna fuerza quería
asumir el problema porque no se sabía cómo se comportaría
el electorado sobre estos asuntos. Y si no se garantizaba que esto daba
más votos, mejor no tocarlo.
No
vamos a volver a insistir en que este tipo de afirmaciones definen a
una clase política más preocupada por mantener o conseguir
sus lugares en el poder que por conocer y solucionar los problemas de
la gente.¡Y eso que luego se pasan horas tratando de dar explicaciones
o elucubrando el porqué se ha perdido el interés en la
participación política y ha aumentado el descreimiento
en los partidos! Sería importante visualizar cómo, aún
para sus intereses exclusivamente numéricos de obtención
de votos, están cometiendo un grave error. La gente y fundamentalmente
las mujeres -el 52% del electorado- tiene que enfrentar diariamente
problemas que no son nunca abordados por los candidatos ni explicitados
en las plataformas o en los programas de gobiernos puestos a debate.
Da la sensación que para los partidos políticos en pugna
los y las ciudadanos/as son meros espectadores pasivos de sus pobres
y superficiales propagandas electorales. No sería razonable entonces
pensar que quizás muchas personas aún no han definido
su voto, entre otras cosas, porque no encuentran respuestas claras a
sus problemas cotidianos.
No
tenemos la forma de medir realmente cuándo, cómo y porqué
se definen finalmente los y las indecisos/as que tanto preocupan a la
hora de los resultados, pero hay algunas cifras en Uruguay que las organizaciones
de mujeres rescatamos para la campaña del 28 de setiembre, que
podrían ser de utilidad. De una encuesta de opinión pública
realizada por la consultora Cifra en diciembre del 98, el 76% de la
población uruguaya piensa que se deberían tomar medidas
para cambiar las cosas en relación con el aborto. La mitad de
los uruguayos con educación terciaria opina que habría
que despenalizarlo o legalizarlo. La amplia mayoría, el 85%,
está de acuerdo en permitir el aborto cuando la vida de la embarazada
corre peligro y el 23% lo acepta por la sola voluntad de la mujer. Estos
datos tal vez permitirían pronosticar cómo se comportaría
el electorado si las fuerzas políticas partidarias hiciesen propuestas
en relación al aborto. Sin embargo, ni siquiera las mujeres del
Frente Amplio a la hora de definir sus propuestas incluyeron el tema.
Y no fue por problemas de negociación con los compañeros
varones, simple y llanamente, no lo incluyeron.
En
síntesis, eludir debates, ser esquivas en definir posiciones,
mantener imágenes de unidad a cualquier costo, no parecen ser
fórmulas que mantengan y garanticen adhesiones y menos aún,
que fortalezcan ciudadanías. Lamentablemente, en estas elecciones
ya no se puede hacer mucho más. ¿Será muy ingenuo
pensar que el próximo milenio quizás los cambie? ¿Por
qué no? La esperanza siempre, es lo último que se pierde
aunque primero, se pierdan votos.
Liliàn
Abracinskas