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Soy
como soy
Soy como soy
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Artículo
del Cotidiano Nº28
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Son
mujeres jóvenes, lesbianas o no tanto, tienen o han tenido amores
que son otras mujeres. Cuando el contacto es una a una, intentar generalizaciones
resulta traído de los pelos. Cotidiano prefiere ingresar a esos
mundos singulares.
"...Mmm...
Me parece que te estás metiendo en un baile más que espinoso".Tal
fue la primera afirmación de Ana Laura, 28 años,
periodista, un tanto experimentada en tratar, entre muchos otros, temas
femeninos para diferentes medios de información.
Decenas de
consultas posteriores entre jóvenes uruguayas que en este o en
algún momento han tenido relaciones amorosas con otras mujeres
permitieron comprobar que Ana Laura tenía bastante razón.
A la hora de hablar de la orientación sexual, queda claro que si
actuar con libertad resulta "cuesta arriba", más difícil
aún es hablar sobre ello.
Me
pongo colorada
"Si tengo
que hablar de una cosa tan personal me pongo colorada, me da vergüenza"
indica con una sonrisa, a pesar de la seguridad de anonimato,
Flavia, 33 años, socióloga. Luego agrega un comentario
más liviano: "si me lo hubieras preguntado hace unos años
no te habría dicho nada, pero ahora creo que también me
tienen que aceptar un poco más como soy y no me molesta hablarlo".
A todas las
consultadas les resulta más fácil hacer afirmaciones como
"lo más común en el ambiente es tal y tal cosa"
que afirmar "a mí me pasa o me deja de pasar...". Con
todas las "contras"que quizás son comunes en el momento
de abordar temas realmente de la vida privada, éste es el resultado
de una investigación que recogió algunos "a mí
me pasa" y muchas más anécdotas sobre "a una
amiga le pasó...".
Lejos
de blancos y negros
"No hay
mucho para decir"asegura Ana Laura, al ser consultada sobre la relación
con su familia y la "forma de asumir" su orientación sexual ante
el entorno. "Todo es menos explícito y ahí está
justamente el punto" –continúa- "te metés
en la definición del asunto. La cuestión es que para mí
no está tan claro y es lo mismo que me pasa con la familia: no
lo creen o te piden definiciones que siempre son en blanco y negro y para
mí no es tomar un compromiso para toda la vida. En la mayoría
de los casos, sabés que a la larga los viejos lo terminan aceptando,
está todo bien, no hay rollo. Si me preguntás si soy lesbiana
y me tengo que definir así, en forma cerrada no te lo acepto, he
tenido parejas mujeres y varones, me he enamorado de mujeres y de varones
y creo que eso es lo importante", puntualiza.
"Como
en todas las relaciones humanas todo está más en la gama
de los grises... a veces yo me enojo en mi casa cuando plantean las cosas
tan terminantes... tampoco lo vas a comentar en la mesa y cagarte de la
risa, obviamente" –asegura- "pero preguntas puntuales sobre eso
hay y también hay contestaciones, contestás hasta donde
podés".
¿Soy
como soy?
"En mi
casa nunca hablamos del tema directamente, mis padres me aceptan como
soy, sin tener que hablar de eso" –cuenta Flavia- "mi hermano
(menor) lo supo hace poco y se lo tomó super bien y con mis padres,
a esta altura, creo que no cambiaría nada".
Cotidiano:
¿Soy como soy, como la canción, que se ha considerado "himno"
homosexual?
No, el
himno forma parte de otro momento -explica Flavia- hace unos años
en mi barrita decíamos a voz en jarro "soy como soy", pero ahora
me parece más natural.
Profundizando
un poco más en el pasado, Flavia recuerda una anécdota "terrible",de
su adolescencia.
"Hace
como quince años yo vivía en una pensión, porque
mis padres viven en el interior. En ese momento, me acusaban de lesbiana
sin serlo todavía, porque resulta que una amiga me dio un beso
en un cumpleaños y una gurisa se lo contó a la dueña
y se armó un revuelo bárbaro y nos echaron a todas".
Al día
siguiente, Flavia volvió a la casa de sus padres en el interior
"a dedo, sin un mango, porque yo estaba estudiando y me habían
dejado en la calle". Mi madre me dijo "no
te preocupes que ya va a pasar" y mi padre dijo "qué asco,
a mi hija la echan de un lugar por tortillera", recuerda Flavia.
"Ahora,
ya pasamos ese límite, como que estamos un poco más allá
del bien y del mal; supongo que deben imaginarlo porque he llevado parejas
a la casa de mis padres y también se han encariñado mucho
con ellas".
"Cuando
empecé a darme cuenta se lo conté a dos amigas, hace años;
una de ellas me dejó de hablar y otra me dijo que era normal, que
siempre pasa y que ya lo vas a superar"-explica Flavia- "hoy ya
no lo veo tan trascendental".
Roles
y más roles
Para Iris,
34 años, profesora de Historia, las cosas para sus adentros le
han ido quedando claras en el proceso de terapia. "En mi familia los
roles estuvieron bastante invertidos con respecto al patrón tradicional,
yo desde chica me probaba los trajes de mi padre frente al espejo y de
adolescente nunca pedía permiso para salir. Mi hermano, por el
contrario, siempre fue pegado a mi madre y la verdad es que recién
ahora que somos bien grandes nos estamos llevando mejor". Iris
sigue contando que tiene unos sobrinitos divinos y "con mi cuñada
siempre estuvo todo como sobreentendido, pero para mi hermano ha sido
más difícil de entender.
En la relación
con su madre también había aspectos "bastante difíciles"
por lo que "un buen día, de tanto insistir con la pregunta
de si me iba a casar y todas esas cosas que me tenían bastante
cansada, la saqué de paseo y se lo conté". Iris tenía
en esa época más de 25 años y supone que para ella
"no fue la sorpresa del siglo, porque siempre me había visto
acompañada de mujeres y nunca de hombres, pero yo ya vivía
sola con mi pareja de ese momento, era grande".Explica Iris que, en
la charla "simplemente le expliqué que como ella se había
enamorado alguna vez, yo también lo he hecho, pero de una mujer".
Hoy Iris
vive con su pareja, Rosana, abogada, de 29 años. Iris y Rosana
se han comprado juntas un apartamento, viven en Pocitos con la idea clara
de hacer su vida,"sin tener que rendir cuentas".
Para Rosana,
la relación con la familia ha sido bastante diferente: "ellos
ya son bastante mayores y no he visto la necesidad de agregarles
algo que sé que para ellos sería una complicación,
se ha dado por la vía de los hechos". Profundizando en la relación
con su entorno Rosana aclara "si lo pienso bien también sé
que, en cierto modo, he tenido que demostrar ante todos que soy una profesional
y he pasado ciertas pruebas indispensables de una persona exitosa en esta
sociedad, pero ellos me aceptan así y yo tampoco les cuestiono
a ellos la forma de vida que tienen, por más que pueda parecerme
que en muchas cosas están equivocados".
Ambientes
y ambientes
Las primeras
experiencias homosexuales de Lucía, sicóloga, 25 años
fueron antes de los 20; en esa época se enamoró de una compañera
de trabajo, que a su vez antes había tenido otra pareja femenina.
Para ella su confidente en la familia fue un tío, "una especie
de padre". Cuando Lucía era muy joven el tío
la acompañó a partidos de fútbol femenino "para
que conociera el ambiente en el que me iba a meter".
"Me costó,
pero poco a poco me fui dando cuenta de que eso era sólo una parte:
mujeres que tienen expresiones muy masculinas, pero hoy vivo con mi pareja
y hago mi vida normal y mi madre viene a visitarme y nosotras la visitamos
a ella también y si voy sola me dicen que vaya con ella y toman
todo normal" cuenta Lucía.
Ni
militante, ni perseguida
En el mundo
del trabajo, con frecuencia se plantean dificultades o más bien
"habladurías", pero a juicio de Sandra, 28 años, empleada
pública,"todo depende de cómo lo encare una". "En mi
trabajo se ha hablado mucho, pero si la gente te quiere te va a querer
como sos; yo cuando entro en confianza con alguien se lo cuento, cuando
ya sé que no va a haber drama". "No soy públicamente
militante, pero tampoco lo puedo esconder ni me puedo andar persiguiendo"
enfatiza.
Más
oculta y ¿más aceptada?
"Problemas
directos en el trabajo no he tenido, me parece que eso es más frecuente
en los hombres gays" explica Beatriz, 27 años, empleada
de un colegio privado y estudiante de Literatura. "En las mujeres,
la homosexualidad es socialmente más aceptada,quizás porque
estéticamente es menos agresiva, me parece que una mujer es como
más normal, también porque es más común que
dos mujeres anden juntas; me da la sensación de que en los hombres
es más evidente y he sabido de casos de amigos que hasta los han
echado del trabajo, pero mujeres no".
Este parece
uno de los puntos de "doble filo". Por un lado, varias de las consultadas
afirman: "los hombres son más asumidos, más atrevidos,
más claros, los tipos tienen menos vergüenza, se muestran
más, en las mujeres es más oculto y a la vez pasa como más
normal". "Es habitual ver a dos mujeres juntas y queda por esa" –explica
Beatriz- "tal vez porque la mujer es más misteriosa, tiene otra
forma de ser, lo oculta más".
¿Mujeres
menos militantes?
"En Estados
Unidos y en Europa, en el movimiento gay, las mujeres son minoría
a la hora de manifestarse en la vida pública; como en todas las
cosas, los hombres han sido más agresivos socialmente con sus demandas",confirma
Mariela, 29 años, profesora de inglés. "Tal vez recién
ahora las mujeres estamos tomando más fuerza también para
expresar este tipo de cosas".
Mariela reconoce,
explícitamente en ella, un "doble discurso". El miedo al gueto
"por un lado creo que debería expresarse más públicamente
pero a la vez no lo hago, supongo que es porque lo que hay no me satisface,
pero a la vez tampoco tengo la iniciativa para plantear algo nuevo".
¿Cuáles
son las razones por las cuales las mujeres lesbianas jóvenes no
participan en las organizaciones homosexuales?. Los motivos son variados
y comienzan por la propia definición: "para participar y pelear
por algo hay que estar convencida y perseguir determinados objetivos"
cuenta Adriana, de 26 años, estudiante de Química.
Además, "si estás convencida está el otro
asunto que es el gueto".
El "asunto
del gueto" resulta ser un temor manifiesto para varias de las jóvenes
consultadas por Cotidiano.
"Me siento
gay pero no quiero separarme y formar parte de un gueto, como las que
sólo se juntan con otras mujeres que también son lesbianas
y ahí se da aquello externo de que te identifican sólo
con eso y también está lo interno de que a mí
me gusta relacionarme con gente de todo tipo y no ando eligiendo a los
amigos por su orientación sexual, aunque tengo una cantidad de
amigos que son gays", explica Patricia, de 25 años, diseñadora
gráfica.
Al hablar
del "gueto", varias de las jóvenes consultadas hacen referencia
al "boliche", un pub nocturno, visitado frecuentemente por mujeres lesbianas.
"Ahí
vos lo ves claro, hay gente como cerrada, todos los fines de semana van
a ese mismo lugar, va gente de todo tipo, pero hay gente que va ahí
y sólo ahí; a mí me gusta ir pero también
me gusta ir a otros pubs o discotecas a bailar", explicaVerónica,
enfermera, de 27 años.
Montevideo
no cuenta, como otras grandes ciudades, con sitios nocturnos exclusivamente
para mujeres. "A mí me gusta venir aquí porque en los
lugares gays hay de todo entreverado, mujeres y hombres, gays y heteros,
antes en Buenos Aires era así pero ahora allá todo se ha
especializado más y si vas a un lugar de varones es de varones
o de mujeres lo mismo"explica Marianela que es argentina, de 30 años,
camarógrafa y visita Montevideo con frecuencia, por razones profesionales.
Mucho
por hacer
Indagando
en las razones por las cuales las jóvenes lesbianas prefieren no
participar en organizaciones que las agrupen, los motivos parecen multiplicarse:
"a mí me parece que ahí no hay una buena historia,
me parece que todavía no se ha generado una movida interesante"
–argumenta Andrea, abogada, 25 años- "es una de las cosas
que todavía está en el "closet", como dicen los americanos,
la militancia gay está lejos de llegar a su clímax, me parece".
Andrea destaca
lo que es, a su juicio, "una apertura": "hace unos años
no se hablaba nada y ahora es otra cosa, pero todavía queda mucho
por hacer". Yo creo que es un proceso" –sigue explicando- a mí
me ha costado descubrirme a mí misma, cuanto más voy a andar
militando, quizás algún día, pero por ahora ni me
lo planteo".
Helvecia
Pére
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