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HACIA
DONDE VA LA REPRODUCCIÓN
HUMANA |
Artículo
del Cotidiano Nº26
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"Blancas
eran las batas de los que allí trabajaban con manos enfundadas
en guantes de goma de color cadavérico. La luz era helada, muerta,
fantasmal...Un óvulo: un embrión: un adulto, es lo normal.
Pero he aquí que el óvulo bokanowskyficado rebrota, se reproduce,
se segmenta; y resultan de ocho a noventa y seis brotes, y cada uno se
convertirá en un embrión perfecto, y cada embrión
en un adulto de perfecta talla. Es decir, que se producen noventa y seis
seres humanos de lo que antes se formaba uno. Progreso..."
La novela
"Un mundo feliz" de Aldous Huxley fue escrita luego de la Primera
Guerra Mundial como una cáustica fantasía de lo que imaginaba
sería el mundo en el año 2.500. "Poblado de criaturas
artificialmente engendradas y criadas en botellas debidamente clasificadas...
Un mundo controlado por el absolutismo científico."
Quince años después el propio Huxley analizó
sus profecías demostrando que varias de ellas se realizaron antes
del plazo previsto y llegó a la conclusión de que es problable
que los demás horrores concebidos por su imaginación se
cumplirían también dentro de este siglo.
"...
uno a uno los óvulos eran trasladados de los tubos de ensayo a
recipientes mayores... herencia, fecha de la fecundación, número
del grupo de Bokanowsky, detalles todos que pasaban al envase desde el
tubo de ensayo. Cesaba el anónimo y, nombrada e identificada, seguía
la procesión lentamente su marcha a través de una abertura
en el muro, pasando a la "Sala de Predestinación Social"
Parecía
impensable, de la órbita exclusiva de la ciencia ficción.
Del horror que sólo se soporta si está escrito en una novela.
Del que se lee con la convicción de que nunca será una realidad.
Sin embargo hoy acercándonos aceleradamente a los plazos puestos
en la ficción, el desarrollo científico parece encaminarnos
a un posible «mundo feliz».
Ser predestinado,
predeterminado, adaptado desde la incubación a cubrir las necesidades
de la civilización, preparado «para amar lo que hay obligación
de hacer» podría ser una de las vías por donde
hacer pasar la reproducción humana.
Mas
vale tarde que nunca
Como suele
suceder en estas latitudes, los debates y las problemáticas internacionales
siempre nos llegan con unos años de retraso -de 10 a 15 en promedio-,
pero tarde o temprano nos llegan. En este caso el desarrollo biocientífico
en todo lo relacionado a las nuevas técnicas de reproducción
humana asistida, irrumpe en la región a través de proyectos
de ley que tanto en Argentina, Brasil como en Uruguay tienden a normatizar
su aplicación en nuestras sociedades, a pesar de que ya hace bastante
tiempo que existen centros e institutos que las realizan.
En la Argentina,
de acuerdo a lo expresado por el Dr. Pasqualini en su presentación
del pasado 28 de octubre en la sede del Sindicato Médico del Uruguay
(1), desde hace 10 años en el instituto que él dirige, se
realizan éstas técnicas. En 1990 lograron el primer embarazo
con parto por micro-aspiración con FIV (Fecundación In Vitro)
por diagnóstico de azoospermia (infertilidad masculina por no existencia
de espermatozoides en el líquido seminal). Ya han realizado 548
ICSI (Inyección Intracitoplasmática del óvulo) con
una tasa de embarazos del 30%; 14 embarazos con embriones crioconservados
durante cuatro años y medio y la fertilización de óvulos
preservados.
En Uruguay
desde 1987 de acuerdo con lo expresado en la exposición de motivos
del Proyecto de Ley presentado por el senador Alberto Cid, «un
equipo médico está trabajando en el campo de la reproducción
asistida y ha logrado hasta la fecha el nacimiento de más de veinte
niños en parejas estériles y practicado la fertilización
in vitro en cientos de situaciones clínicas con esa afección»
(2).
Según
datos aportados por el doctor Haimovich (3), de acuerdo a la investigación
que están desarrollando este año en nuestro país
(Hospital Pereira Rossell), 134 parejas estériles han solicitado
asistencia en el Centro Nacional de Estudios de Esterilidad y Fertilidad
Humana. De ellas el 51,5 % están casadas y el 48,5 % en concubinato.
En general, son familias de bajos recursos que no pueden costear los gastos
de la atención en clínicas privadas, pero deben pagar el
precio de la ausencia de recursos con la que trabajan las dependencias
estatales y esperar, por ejemplo, un plazo promedio de tres meses para
realizarse una laparoscopía (uno de los tantos análisis
previos necesarios para el diagnóstico de las posibles razones
de infertilidad).
En Brasil,
de acuerdo a información aportada, existen por lo menos dos grandes
centros de investigación y servicios dependientes de la Universidad
Estatal y numerosos centros privados.
Ante este
panorama tenemos años de práctica no regulada en centros
fundamentalmente privados. Un debate público pendiente sobre muchos
de los temas que hacen a la vida sexual y reproductiva. Legisladores que
procuran llenar el vacío legal existente entre el avance científico
y los posibles problemas que podría generar. Distintos actores
que no están conformes con los contenidos de los proyectos presentados.
Una tendencia a la comercialización de éstas prácticas.
Ausencia de formación científico-profesional desde el Estado
y una fuerte tendencia desde algunos espacios de poder -ante un mundo
cuasi desconocido- de sostener y preservar los valores sociales más
conservadores. Ante el inconmensurable mundo de posibilidades que da el
poder manipular óvulos y espermatozoides en un laboratorio, parece
preocupar más, a muchos legisladores, el destino de «las
familias integrales», que desarrollar formas de control social que
eviten el «absolutismo científico» en la reproducción
de la especie humana. Les aterra que las mujeres solas puedan hacer uso
de ellas. Prohiben terminantemente que las parejas homosexuales las utilicen.
Y no les quita el sueño el dilema de hacia dónde puede ir
la reproducción humana.
¿Asunto
de ciencia ficción?
Quizás
en el siglo XXI todos los seres humanos nos vinculemos sexualmente en
todas sus combinaciones posibles y por todas las razones imaginables -por
placer, por afecto, por compañía, por diversión,
por computadora, porque sí o porque no- independientemente del
interés o la intención de reproducirnos. Quizás debamos
centrar fundamentalmente nuestras preocupaciones en la prevención
de enfermedades de trasmisión sexual, y/o en el desarrollo de relaciones
satisfactorias, y/o en la creación de distintos núcleos
de convivencia social para los que tendremos que ampliar los conceptos
de familia. Quizás, por qué no, estemos enfrentados a resolver
la relación entre los múltiples géneros coexistentes,
dado que la diferencia entre femenino y masculino ya nos resultará
absolutamente caduca. Muy probablemente seguiremos, además, buscando
alternativas para el desarrollo sustentable, confrontando y enfrentando
programas de control del crecimiento de la población mundial. Buscando
mecanismos para evitar el agotamiento de los recursos no renovables. O,
quizás, estaremos ocupando otros planetas, paseando en naves como
las de los Supersónicos y relacionándonos con seres de otros
mundos.
¿Por
qué no imaginarnos entonces que, a la hora de querer reproducirnos,
recurriremos a centros especializados que se encargarán de solucionarnos
la demanda? La reproducción humana podría ser entonces un
acontecimiento más pensado, definido y concretado a través
del laboratorio. Un hecho biológico intermediado por la bio-ciencia
y la medicina, al servicio de las personas y controlado -sería
de desear- por valores éticos que impidan la existencia de «Salas
de Predestinación Social».
El problema
es que llegar a valores éticos consensuados no es, ni será,
un problema menor. La Bioética pensada, justamente, como nueva
práctica reflexiva que intenta dar respuestas a los vertiginosos
desarrollos de la tecnociencia y de la biomedicina, no resiste consensos
a la hora de dar contenido a los conceptos y salirse de las declaraciones
generales. Por ejemplo, de acuerdo a un artículo de Esther Moncarz
(4), son preocupaciones de la bioética tanto el salvaguardar el
valor sagrado de la vida del embrión ante manipulaciones que podrían
ponerla en riesgo (crioconservación, reducción embrionaria,
etc.) como el auge de la «medicina del deseo» que, a través
de trasplantes, cosmética, prolongación artificial de la
vida y tecnologías reproductivas, intenta superar los límites
de la naturaleza. También las áreas a las que pueda extenderse
la aplicación de la fecundidad asistida, siendo conflictivas ciertas
transgresiones a las normas sociales como las inseminaciones no homólogas
y/o fuera de la familia heterosexual y monogámica.
De acuerdo
a la autora argentina, en cambio, no serían temas de debate la
inequidad social que conlleva los costos de la reproducción asistida
y el modo cómo es utilizado el sufrimiento por la infertilidad.
En el mejor
de los casos, el éxito de muchas de estas técnicas -por
el momento- se sitúa en el entorno de un 30% de «bebé
en la casa», lo que arroja un 70% de fracasos traducidos en frustración
y dolor. Oh! casualidad, en las consideraciones del proyecto de ley uruguayo
tampoco éstas fueron ejes de preocupación hasta que la delegación
del Espacio Feminista concurrió a la Comisión de Salud Pública
del Senado y los planteó (ver Cotidiano nº 25).
Ruth Macklin(5),
señala desde una bioética feminista tres principios sobre
la reproducción humana que com-partimos plenamente y, que para
nuestro entender, deberían ser regidores en consideraciones legislativas:
«a) el principio de la libertad individual, implica que la mejor
política social es aquella que es menos restrictiva de la libertad
individual. Por lo tanto, el consentimiento informado y el respeto a las
personas son dos condiciones necesarias para ejercer la libertad de opción;
b) el principio utilitario que define la rectitud en una sociedad como
el mayor beneficio para el mayor número de personas... y c) el
principio de justicia que sostiene que todas las personas en una sociedad
dada merecen acceso equitativo a los beneficios y servicios que satisfagan
las necesidades humanas básicas.»
Esto significa
respetar la diversidad de opiniones y de valores y garantizar que las
investigaciones y servicios tengan presente siempre que el interés
mayor es la persona y que todas ellas deben tener la posibilidad de acceder
y beneficiarse de las mismas.
A esta altura
cabe preguntarse ¿cómo desarrollar una conciencia social
sobre todos estos aspectos y cómo legislar con justicia?
Otras
prácticas políticas
En este siglo
los cambios científicos, culturales, comportamentales y sociales
que se han dado en la sexualidad y reproducción humana han sido
de una rapidez sideral y cuesta asimilarlos. Se necesitaría, por
lo tanto, tener -al menos- amplitud de criterio para abordarlos, más
si se tienen responsabilidades y representatividades políticas.
Decisiones equivocadas pueden traducirse en atentados a los derechos individuales,
consolidando marginaciones y situaciones de discriminación.
Sin entrar
en el dilema de legislar o no legislar -that is the question-, parece
más importante centrar el debate en COMO legislar frente a situaciones
problema, sobre las que no existen verdades incontrastables ni posiciones
unánimes ni referentes históricos. Tal su carácter
novedoso y complejo.
Las formas
tradicionales del quehacer político ¿son suficientes para
responder a estos nuevos «cómo»? Los intentos de regulación
legislativa ¿se adecuan a estas complejas realidades? La información,
reflexión y participación de la población ¿están
a la altura de las circunstancias? ¿Debemos conformarnos ante la
tendencia de dar respuestas conservadoras a situaciones novedosas y transformadoras?
La sociedad civil en sus múltiples formas de organización,
¿debe intervenir y ser escuchada? ¿Cómo? ¿En
qué instancias? ¿De qué manera?
Los distintos
partidos políticos no han incorporado estas dimensiones de la vida
social a sus iniciativas programáticas, ni a sus debates internos.
Está pendiente aún la discusión sobre el concepto
de familia, existiendo enormes dificultades de aceptar a «las familias»
aunque la realidad golpee los ojos. Se siguen diferenciando los temas
políticamente importantes de estos otros, considerados temas menores
o no redituables electoralmente. Es muy difícil tener instancias
donde discutir entre trabajadores de la salud, investigadores/as, abogados/as,
feministas, psicoanalistas, psicólogos/as, educadores, asistentes
sociales, representantes de partidos políticos, de sindicatos,
de centros comunales. No hay lugares donde poder interpelar a los poderes,
sea donde sea que se ejerzan, desde una sociedad civil, que también
permanece muy pasiva frente a situaciones que la afectan tan directamente.
Este es un
tema que no tiene fin, porque en cada punto que se toca, como los «links»
en las páginas de internet, se despliegan nuevas situaciones y
se abren otras interrogantes. Si hubiera que clasificarlo, se podría
ubicar en el casillero de «expresión de angustia»,
de aquella que provoca el ver por dónde pasa -o no pasa- el debate
y donde está la realidad y ... ¿la ficción?
Lilián
Abracinskas
Huxley, Aldous,
«Un Mundo Feliz», Colección Literaria Universal, Editores
Mexicanos Unidos, 2da. edición, 1979, México.
(1) «Las
técnicas de reproducción humana realizadas en el Instituto
«Halitus» de Argentina, exposición realizada por
el Dr. Pasqualini en el Acto Científico en conmemoración
del 25 aniversario de la creación del Centro Nacional de Estudio
de Esterilidad y Fertilidad Humana, Sindicato Médico del Uruguay,
28 de octubre de 1997.
(2)
Exposición de Motivos, proyecto de ley sobre Técnicas
de Reproducción Humana Asistida, pág. 11, publicación
de la Comisión de Salud Pública, Senado XLIVa. Lesgislatura,
abril de 1996.
(3) Exposición
realizada por el Dr. Haimovich en el Acto Científico, (1)
(4) Moncarz,
Esther, «¿La infertilidad es una enfermedad?, Revista Mujer
Salud, Red de Salud de las Mujeres Latinoamericanas y del Caribe,2/97,
pág. 55
(5)
Macklin Ruth, «Ethics and Human Reproduction:International Perspectives»,
Revista Mujer Salud, Red de Salud de las Mujeres Latinoamericanas
y del Caribe, 2/97, pág. 36.
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