de
los sexuales, ni hablemos
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Artículo
del
Cotidiano Nº28 y 1/2
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Decir
"sexo" siempre generó, por lo menos, incomodidad en casi todos
los círculos de nuestras sociedades. Podía apreciarse
la tensión generada cada vez que se utilizaba la palabrita con
la intención de comenzar a hablar del tema. Y esa sensación
de incomodidad podía percibirse desde los ámbitos familiares,
pasando por las reuniones y encuentros de todo tipo, hasta los medios
de comunicación y los centros de poder.
Lo mismo
pasó en Naciones Unidas cuando lo sexual se vinculó con
lo reproductivo y trascendió la planificación familiar y
el control poblacional y, como si fuera poco, vino acompañando
al tema de los derechos. Trascendiendo los ámbitos de mujeres y
feministas comenzaron a deambular por el mundo llegando hasta conferencias
y gobiernos, programas y proyectos: los Derechos Sexuales y Reproductivos
entraban en acción.
Lo que no
se ha demostrado, por lo menos hasta el momento, es que con sólo
nombrarlos, diciéndolos juntos y poniendo Sexuales antes que Reproductivos
fuese suficiente para cambiar las cabezas y los conceptos.
Las costumbres,
los prejuicios, y las ideologías suelen tomar todos los caminos
posibles para tratar de ocultar o ignorar lo que les molesta. Y ya no
cabe la menor duda que el Sexo, los Derechos Sexuales y la Sexualidad
siguen generando urticaria y por lo tanto ese dúo que creíamos
indivisible ha comenzado a separarse y cada vez es más frecuente
escuchar hablar sobre los Derechos Reproductivos y que los Sexuales brillen
por la ausencia.
Por lo tanto
INSISTIR para que los caminos de la memoria y el entendimiento sigan el
curso del respeto, parece imprescindible. Habrá que recordar una
y otra vez que los sexuales también existen y que son, además,
condición necesaria para que los reproductivos se cumplan. Porque
aunque algunos lo intenten, la concepción divina sólo se
produjo en la Virgen María y las nuevas tecnologías no se
han generalizado, por suerte.
No está
de más, entonces, recordar algunos episodios de la historia muy
reciente para que los conozcan quienes aún no lo saben y no lo
olviden quienes ya lo sabían.
Cuando luego
de muchos esfuerzos, discusiones, presiones y negociaciones se logró
demostrar y reconocer en la Conferencia de Viena (1993) que los derechos
sexuales y reproductivos eran tan derechos humanos como los otros,
pensamos que teníamos un gran terreno ganado.
En El Cairo
(Conferencia de Naciones Unidas sobre Población y Desarrollo, 1994),
los debates y peleas, corchetes y discusiones, idas y venidas sirvieron
para modificar (por lo menos en los documentos) un concepto de población
que hasta esa fecha casi que se restringía a metas meramente demográficas.
El haber influido en un Programa de Acción que, aunque no fuera
nuestra utopía feminista era –y es aún- una herramienta
importante para influir en los gobiernos a la hora de la elaboración
de políticas de salud, se vivió como una gran conquista
de los movimientos de mujeres y feministas del mundo.
Recapitulando
sobre algunos de los contenidos de ese Programa de Acción, el mismo:
1.
"Reconoce los efectos perjudiciales de las pautas de consumo y producción
sobre los recursos mundiales y el medio ambiente del planeta, así
como los efectos del crecimiento de la población.
2.
Integra las políticas relativas a la población en políticas
de desarrollo diseñadas para eliminar la pobreza, lograr la equidad,
respetar los derechos humanos y proteger el medio ambiente.
3. Aplica
explícitamente principios básicos de derechos humanos
a las políticas y programas de población; rechaza la coacción,
la violencia y la discriminación; y reafirma que todas las personas
tienen derecho a servicios de buena calidad de atención en salud.
4. Detalla
las acciones necesarias para lograr el fomento de la autonomía
de la mujer en la vida política, social, económica y cultural
de su comunidad y no simplemente 'mejorar la condición y el papel
de la mujer'.
5. Reconoce
el rol central que tiene la sexualidad y las relaciones entre los sexos
en lo tocante a la salud y los derechos de la mujer.
6. Afirma
que los hombres deberían asumir responsabilidad por su comportamiento
sexual y su fecundidad, revisar su actitud en la prevención de
las enfermedades de transmisión sexual y en el bienestar de sus
compañeras y de los hijos y las hijas que procrean.
7. Define
los servicios de salud reproductiva y sexual y exhorta a proveer servicios
e información integrales de buena calidad para todos, incluidos
los y las adolescentes.
8. Reconoce
que el aborto en condiciones no adecuadas es un grave problema de salud
pública y exhorta a los gobiernos a reducir la incidencia del
aborto en condiciones no adecuadas. Se debe garantizar que los servicios
se presten en condiciones de seguridad cuando no están prohibidos
por la ley, ofrecer asesoramiento fiable y comprensivo a todas las mujeres
que tengan embarazos no deseados, y proveer asistencia humanitaria a
todas las mujeres que padezcan las consecuencias de abortos practicados
en condiciones no adecuadas.
En el Programa
se exhorta a introducir reformas en la economía mundial a fin de
hacer mayor hincapié en el desarrollo social y brindar apoyo a los
miembros más vulnerables de la sociedad, entre ellos los pobres y,
en especial, las mujeres, quienes constituyen la mayoría de los pobres
en el mundo. Por primera vez, la salud reproductiva y sexual y los derechos
reproductivos de la mujer son temas centrales de un acuerdo internacional
sobre la población". (El Consenso de El Cairo, A. Germain y R.
Kyte, 1995. International Women’s Health Coalition).
Sin duda,
un Programa con principios y contenidos que, de ser respetados y cumplidos,
mejorarían la calidad de vida, fundamentalmente, de la mayor parte
de la población que hoy subsiste con un nivel de respeto a sus
derechos, cero. Y con bases consensuales por la firma de 184 países
para que en el futuro la elaboración de políticas de población
estén sustentadas en el respeto a los derechos de las personas,
incluyendo sus derechos sexuales y reproductivos.
Por si estos
eventos y sus resultados no fuesen suficientes para refrescar la memoria
de gobiernos y centros de poder, se puede recurrir a la Cumbre Social
de Copenhague, a la Conferencia de la Mujer en Beijing y a múltiples
Convenciones que recomiendan la implementación de recursos suficientes
para mejorar las condiciones de vida y garantizar el respeto a los derechos
de toda la población del planeta así como la sustentación
del planeta mismo.
Quizás
valga aclarar a esta altura del partido, que por supuesto no sólo
no se habla de los Derechos Sexuales, tampoco se alzan las voces para
hablar de los recursos necesarios. Estos, cuando se definen vienen condicionados,
dirigidos y no precisamente destinados para garantizar la totalidad de
los derechos de todos los seres humanos.
Las razones
para olvidarse tanto de unos como de los otros son distintas aunque coincidan,
en varias oportunidades, en los personajes que sufren de esa "especial
amnesia".
A
la hora del + 5
Cinco años
después, cuando se analiza lo acordado y lo implementado en cada
Conferencia Mundial se tiene la permanente sensación de que hay
riesgos de retroceso. Como si lo avanzado fuese tanto.
Sólo
como dato no menor Canadá fue, en la conferencia de El Cairo, uno
de los países desarrollados que acordó asumir las 2/3 partes
de los 17 billones de dólares requeridos para poder llevar adelante
el programa. El compromiso de contribución estimado por ese país,
fue de 200 millones anuales para el año 2000. Sin embargo hasta
el momento ha destinado sólo el 25 % de lo comprometido y para
el 2000 sólo falta un año.
Esto pone,
o debería poner, en el primer lugar de la agenda futura el tema
de los recursos y los incumplimientos cometidos por los países
ricos.
Pero deben
tener un lugar también importante en esa agenda los otros incumplimientos
o "confusiones" u "olvidos" que se han cometido a la hora de lograr implementar
algunas de las recomendaciones.
Por ejemplo
si bien decíamos al comienzo que las políticas de población
cambiaron su signo luego de El Cairo algunos problemas, y carencias graves,
se presentan a la hora de examinar ciertos programas nacionales y regionales
de implementación. Parece ser que a la hora de concretar volvieron
a pesar las " viejas preocupaciones demográficas" y la intención
de controlar a la población pobre del planeta más que la
defensa de los derechos de las personas.
Se puede
constatar que en múltiples lugares del mundo se están llevando
a cabo servicios de Salud Reproductiva, algunos a cargo de los Estados
y otros implementados por otras instituciones, como por ejemplo las filiales
de IPPF (Federación Internacional de Planificación Familiar).
Estos servicios, en algunos casos, incluyen también prevención
de enfermedades de transmisión sexual con énfasis en HIV/SIDA,
control gineco-obstétrico con prevención de cáncer
génito mamario y anticonceptivos. Pero la gran mayoría no
parece cumplir con las recomendaciones acordadas.
Para que
se cumpla el Programa de El Cairo, los organismos internacionales, los
gobiernos y, sería de desear, los Estados deberían garantizar:
A.
los recursos para que esos servicios se sostengan más allá
de las financiaciones que los hicieron posibles.
B. Deberían
estar insertos dentro de servicios accesibles y de buena calidad de
salud integral y no sólo hacer énfasis en el control de
la reproducción.
C. Jamás
deberían desarrollar acciones que atenten contra los derechos
de las usuarias y los usuarios.
D. Deberían
incluir servicios para atender abortos (en aquellos países donde
la ley lo permita) o las complicaciones por abortos practicados en malas
condiciones cuando la legislación lo convierte en una práctica
ilegal y clandestina.
E. La inclusión
y difusión de los Derechos Sexuales de las personas dando los
espacios para la información, el conocimiento y el desarrollo
de una sexualidad libre, placentera y diversa.
Si alguien pensó,
por un momento, que haber logrado lo que se logró en la esfera de
los organismos y acuerdos internacionales permitía tomarse un respiro
y aflojar los esfuerzos: se equivocó. Hoy más que nunca, se
hace necesario redoblar esfuerzos para mantener lo conquistado y avanzar.
Para que
los derechos sean respetados, para que los cambios culturales se produzcan,
para que se pueda neutralizar y hacer retroceder a aquellas fuerzas que
intentan volver todo hacia atrás, debemos seguir trabajando. La
convicción, el conocimiento, el cumplimiento y la defensa de los
derechos de las personas se concretarán, efectivamente, cuando
las propias personas comiencen a pelear por ello. Lo demás son
instrumentos.
Lilián
Abracinskas
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