Decía
"The Observer" el 1º de noviembre pasado que en ausencia
de una corte internacional para juzgar a los "monstruos" de la dictadura
chilena se deben usar todas las leyes y oportunidades que tenemos
a mano a manera de una mínima reparación a las víctimas
de este "Siglo de Tortura".
La
detención de Pinochet en Londres, habrá servido para realizar
dos objetivos, de enorme magnitud. Por un lado, sentar el precedente
de que los Derechos Humanos están por encima de los límites
de las naciones, que para los crímenes contra la humanidad hay
también globalización. Y por otro, que frente a quienes
se aferran a la territorialidad de la ley penal es urgente la creación
de la Corte Penal Internacional postergada durante tantos años.
Al
finalizar la Segunda Guerra Mundial, la sociedad internacional, horrorizada
con los crímenes cometidos creó los Tribunales de Nüremberg
y de Tokio; se necesitaba poner a los responsables a disposición
de la justicia. Y así fue. Pero esos tribunales eran temporales,
se disolvieron una vez realizados los juicios y castigados los culpables.
Hacía
falta un tribunal internacional que tuviera carácter permanente,
es decir, que no se creara a partir de atrocidades ya cometidas, sino
que su sola existencia sirviera para impedirlas, para desalentar a esos
"monstruos" que ya no se sentirán impunes.
Pocos
años más tarde, en 1948, las Naciones Unidas reunidas
en París, consideraron la posibilidad de crear una Corte Penal
Internacional con esas características. Lamentablemente hubo
que esperar 50 años para que fuera una casi realidad. Y en ese
tiempo se cometieron atrocidades que la humanidad nunca había
imaginado se pudieran volver a repetir: genocidio, asesinatos, cárceles
infrahu-manas, torturas despiadadas, desapariciones. La impunidad de
los culpables y el consiguiente silencio sobre la verdad de los hechos
se convirtió en un elemento más de tormento. La sociedad
toda fue forzada a olvidar. Nadie lo hizo.
Kofi
Annan, Secretario General de las Naciones Unidas, dijo en Roma en junio
de 1998 al inaugurar la conferencia para la creación de la Corte:
"Queremos una Corte que ponga fin a la cultura global de la impunidad
y que no admita como defensa la acción bajo órdenes."
(Argumento recurrente este último, esgrimido desde los criminales
de guerra nazi hasta los integrantes de la Junta militar argentina,
recordemos la ley de obediencia debida y su consabido indulto).
Pero
no todos estaban de acuerdo con la creación de una Corte así.
El Estatuto fue aprobado por 120 votos a favor, rechazado por 7 países:
los Estados Unidos, la India, China, Turquía, Sri Lanka, Filipinas,
e Israel, con 21 abstenciones. No lo suscribieron muchos países
latinoamericanos. Uruguay votó afirmativamente el Estatuto, pero
no lo firmó; nuestro Ministro de Relaciones Exteriores dijo que
quería realizar una amplia consulta política antes de
ratificarlo y que para eso había tiempo hasta el año 2000...
Hubo
diferentes batallas al redactar los 116 artículos del Estatuto.
Se logró acuerdo en que serán castigados el genocidio,
los crímenes contra la humanidad y los crímenes de guerra.
Pero no lo hubo con relación a los actos de terrorismo, los secuestros
sistemáticos y los ataques fronterizos.
Y
hubo también otros enfren-tamientos: el Caucus (asamblea) de
Mujeres se enfrentó a los países árabes en cuestiones
de género y obtuvo luego de ardua lucha que la violación,
el embarazo forzoso y la esclavitud sexual se tipificaran como crímenes
de guerra y crímenes contra la humanidad. Como contrapartida,
los países árabes obtuvieron que la definición
de género acuñada en Beijing volviera a ser la muy católicamente
correcta de: "dos sexos, masculino y femenino, en el contexto de la
sociedad".
Para
que el Tratado entre en vigencia se necesita que 60 estados lo ratifiquen.
Al día de hoy lo ratificaron 59 y se presume que el que falta
adherirá en los próximos días. La sede será
La Haya. Habrá una "justa representación" de jueces y
juezas, además de expertos en violencia contra mujeres y niños.
Por primera vez una Corte encarará el tema específico
de las mujeres y los niños como de derechos humanos.
La
Corte Penal Internacional supone un cambio importante a pesar de sus
limitaciones (sólo podrá actuar para crímenes cometidos
en los estados firmantes) y es una victoria del movimiento por los derechos
humanos en el mundo. Es la creación de un sistema judicial universal
independiente.
La
historia está hecha de estos jalones, de estos símbolos
de referencia éticos, que permiten a las sociedades ir poniendo
los puntos sobre las íes en la conducta de los poderosos.