EL
CLUB DE TOBI
BAJO SOSPECHA
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Artículo
de la revista Nº 25
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Hace algunos años hablar de cuotas políticas,
entre las mujeres, era bastante incómodo. Las caras se ponían serias y
siempre alguna fundamentaba que "a ella personalmente le resultaría
denigrante llegar a ocupar una banca por ese mecanismo". Eran
los tiempos de la reconstrucción democrática y apenas habían pasado las
primeras elecciones pos-dictadura. La confianza en los compañeros del
partido era ilimitada y las razones de la igualdad y de "como
el Uruguay no hay ", se imponían frente a cualquier razonamiento.
Tantas veces se dijo y nos dijimos que debíamos capacitarnos, que terminamos
por creer que allí estaba el meollo de la cuestión. No nos habíamos socializado
para el ejercicio del poder, no teníamos dominio del espacio público,
no conocíamos las reglas del juego. Pero como tenemos ojos para ver, resultó
que esas varas no medían por igual a los parlamentarios varones que sí
llegaban a ocupar bancas por mecanismos más o menos conocidos de reparto
y de cuotificación no explícita, sin preguntarse nunca si estaban capacitados
para hacerlo.
Pasadas tres elecciones en democracia, con
apenas un 6% de mujeres en el parlamento, las dudas se trasformaron en
sospecha. El Club de Tobi es más cerrado y autodefensivo de lo que podía
imaginarse. Ejerce una violencia simbólica, imperceptible y envuelta en
naturalidad, lo que hace muy difícil a las mujeres políticas enfrentarla
sin someterse al estereotipo de "la neurótica" "ambiciosa
de poder" o " histérica".
Las tan temidas cuotas
Las cuotas se fueron imponiendo poco a poco
en el pensamiento político de las mujeres como un mecanismo posible y
tal vez único, recorrido por otros países democráticos con el fin de garantizar
que el círculo vicioso se cortara por algún lado. Desde diferentes razonamientos
se puede objetar esta medida pero no cabe duda que ataca el punto neurálgico
de un problema viejo y ahora verbalizado: la disparidad entre hombres
y mujeres en el espacio público.
En el número anterior de Cotidiano publicamos
una entrevista realizada al experto en cuestiones electorales Oscar Botinelli.
Desde su óptica la lucha por las cuotas es una batalla que no garantiza
la mayor presencia de mujeres en cargos de representación. Su análisis
se basa en las características del sistema electoral uruguayo, con una
fragmentación importante en cada uno de los sectores, donde un mecanismo
como la cuota no podría garantizar un número equis de mujeres si éstas
no están ubicadas en el primer o segundo lugar.
Estas afirmaciones que seguramente son ciertas
en lo que respecta a los números dejan por el camino, sin embargo, el
problema central y es que existen fuertes resistencias para que las mujeres
ocupen espacios de poder en los partidos políticos y en las listas que
estos partidos elaboran para ser refrendadas por la ciudadanía. Estas
resistencias tienen múltiples raíces culturales e institucionales, y por
supuesto también actúan sobre las mujeres.
Muchos dirigentes políticos en Uruguay y
de ésto no hace tanto tiempo, han argumentado que las mujeres están determinadas
por su vocación maternal y afectiva y que esto se dificulta en la actividad
política, más ruda y más cruel.
Hoy las mujeres políticas, han construído
su propio espacio y con mayor o menor consenso tienen claro que si no
pelean el espacio éste no se abrirá como por arte de magia.
Mujeres sin miedo de poder.
Con esta consigna la bancada parlamentaria
de mujeres de Brasil se lanzaba a una campaña pública para incrementar
el número de mujeres en los cargos de representación. Las parlamentarias
debieron garantizar la viabilidad de la campaña con un proyecto de ley
que aseguraba una cuota mínima del 30 % de mujeres en las listas electorales.
Las resistencias fueron muchas y la constitu-cionalidad de la iniciativa
fue duramente debatida. La igualdad consagrada en todas las constituciones
democráticas es el principal argumento para rebatir cualquier iniciativa
de acción positiva. Poner en debate las múltiples discriminaciones que
violan ese principio de igualdad es como abrir la caja de Pandora y tocar
todos los "males". El orden simbólico sobre el cual se asientan
todas las instituciones y reglas que rigen la vida pública se tambalea
de alguna manera y el PODER adquiere un carácter discutible y cuestionable.
El hecho de que las mujeres políticas en
Uruguay hayan logrado ciertos consensos es un acontecimiento importante,
aunque según las fuerzas, en cada lugar y en cada partido, se utilicen
estrategias diferentes.
Imponer un debate público sobre las discriminaciones
encubiertas del sistema político, enfrenta a las mujeres con los más honorables
y democráticos señores de la política. Para algunas, las mejor "colocadas"
en el esquema partidario, es un riesgo para su carrera futura, ( estos
desalineamientos, no suelen ser perdonados). Para otras es una posible
estrategia de llegar a ser reconocidas y visibilizadas. Unas y otras se
enfrentan a difíciles encrucijadas de sobrevivencia en los esquemas partidarios.
Lo cierto es que, para otras mujeres, que
no tienen un interés personal en la actividad politico partidaria, el
tema de las cuotas se inserta en un cuestionamiento de los ejercicios
de poder y de la construcción de democracia. Consolidar esta alianza,
entre los diferentes intereses de las mujeres es el primer paso para construir
una estrategia colectiva que ponga en jaque al Club de Tobi y abra espacios
de negociación entre las propias mujeres. Una negociación para llegar
a espacios de gobierno y para llevar a esos espacios una agenda mínima
de las mujeres.
Esto no se dará por arte de magia, su construcción
supone mediaciones inteligentes y también pragmáticas. Pero por ahora
vale, que las preguntas a los dirigentes partidarios hayan salido de mujeres
de diferentes partidos y que no sean muy diferentes de las que se plantean
las feministas y las organizaciones sociales.
Lilián Celiberti
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