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Alma Espino
Silvia
Rodríguez Villamil murió el 17 de agosto del 2003 a los
63 años. Acababa de terminar el libro “Escenas de la Vida
Cotidiana. La Antesala del siglo XX.(1890-1910)” editado por Banda
Oriental.
En la presentación del libro, un grupo de amigas consideramos que
había más Silvias para recordar además de la historiadora,
la cientista social, la académica. Y así fue que nos reunimos*
alrededor de un micrófono para hablar entre ausencias y risas de
la comunista, la feminista, también de la historiadora. Y de la
amiga.
Elsa.
La conocí en el 85 en la Comisión de Mujeres del Frente
Amplio: era una persona amigable, nunca tenía un rasgo sectario,
trataba de unir, de elaborar políticas que nos pudieran nuclear
a todas. Y a partir de ahí seguimos juntas, la prueba es que aquí
estamos. Tenía perfil bajo, parecía tímida pero lograba
con su inteligencia, con su pensamiento firme, sin imponerse, que llegáramos
a acuerdos.
Lila. Cuando yo la conocí fue a mi vuelta del exilio; yo tenía
muy pocos conocimientos y experiencia de todo lo que implicaba el trabajo
sobre las demandas de las mujeres. A tal punto que fue ella la que me
enseñó a pensar sobre la situación de subordinación
en que viven las mujeres. Yo venía de una militancia política
tradicional en el Partido Comunista, que en ese entonces no distinguía
entre el trabajo de la mujer y del hombre, es decir, yo me sentía
como si fuese un militante no una militante. Decía Silvia que el
problema de la subordinación no es solo un tema para las mujeres.
Y eso dicho en la época en que en los partidos solíamos
opinar que una vez que se llegara a las conquistas aspiradas recién
ahí se iba a resolver el problema de las mujeres.
Graciela. Yo conocí a Silvia en la vieja Facultad de Humanidades
allá en el puerto, en el viejo Hotel Nacional. Silvia venía
de la Facultad de Arquitectura con un concurso dado, con dos o tres años
cursados y decide cambiar su orientación e ingresa en Historia
de la Cultura... Recuerdo muy bien que la dictaba el profesor Juan Antonio
Oddone que era muy renovador porque incluyó nuevas temáticas,
no era la historia tradicional, era un enfoque socioeconómico,
estaba muy influido por la escuela de los anales francesa y Silvia enganchó
ahí muy bien y produce la primera monografía sobre la Historia
de las Mentalidades y la presenta a concurso, era 1968.
Silvia tenía como un halo, toda esa figura que ustedes están
reconstruyendo de una persona tranquila con ese aplomo y esa meticulosidad
que es una constante de Silvia. Después vino la dictadura, y me
acuerdo muy bien del impacto que tenía toda su producción;
ganó un concurso con un tribunal que fue muy importante porque
lo integraba Real de Azúa. Nos reuníamos en la época
de la dictadura manteniendo el fuego vivo de alguna forma, en la Biblioteca
Nacional, con Oscar Mourat, Adela Pellegrino, Marcia Ferrari, Raúl
Jacob, trabajábamos en la biblioteca y en general nos reuníamos
a tomar café en una cafetería del piso de arriba donde armábamos
bastante escándalo aparentemente y éramos conocidos como
“El Grupo de la Biblioteca”.
Lucy. A la pregunta de si Silvia fue feliz, yo no te puedo contestar si
fue feliz o no. Yo creo que sobre todo le hubiera gustado que este programa
fuera más tarde porque así todas estaríamos tomando
un whisky o un vino cosa que hacíamos con Silvia y nos moríamos
de risa y hablábamos de medio mundo con humor, de todo lo que pasaba
en el partido, de lo que pasaba en el Frente Amplio, de lo que le pasaba
al país, de lo que le pasaba a las amigas, a los hijos de las amigas,
etc. Y es una parte muy divertida de Silvia esa persona tan seria y tan
como parecía a veces que no mataba una mosca y mataba.
Por ejemplo. ¿Se acuerdan que un día las pocas que nos definíamos
feministas nos fuimos de los partidos? igual que sucedió en el
resto del mundo. Y alguien le preguntó a Silvia ¿por qué
nos habíamos ido? y Silvia contestó “es que nosotras
no nos fuimos del partido, el que se fue, fue el partido”. Y era
verdad en el momento que Silvia estaba diciendo eso. Hubo un Congreso
después del cual el PC fue otro PC.
Por eso querría decir por qué razón estamos hoy acá.
Estamos porque todas fuimos al lanzamiento del libro “Escenas de
la Vida Cotidiana” que dirigió Silvia y recién ahora
se pudo publicar. Y en la presentación de este libro que se hizo
en el Museo Zorrilla de San Martín no se dijo “ni mu”
de la Silvia Rodríguez Villamil comunista, feminista, nada, como
si no hubiera sido todo eso y había historiadores en esa mesa y
a ningún historiador se le ocurrió, por lo menos a Rilla
que estaba ahí o Ivette Trochón que había sido su
amiga. Hablaron de lo maravillosa que era Silvia como historiadora, del
método de Silvia, lo pionera que fue en esto de las Historias de
las Sensibilidades o Mentalidades. Y nadie dijo nada de las otras facetas
de Silvia. Y lo gracioso es que este libro se llame “Escenas de
la Vida Cotidiana” y ahí hablaron mucho del mundo público
y del mundo privado y ni siquiera en ese instante se les ocurrió
recordar que esta Silvia era feminista, había sido comunista y
eso no es un dato bobo, no es al santo botón que uno pasa por la
vida en la resistencia del Uruguay, en la dictadura por un partido como
ese y por el feminismo... no puede ser al santo botón, por eso
decidimos hacer esta charla hoy en la radio.
Alma. Se ha mencionado el carácter calmado, tranquilo, dulce de
Silvia que es verdad, pero también es verdad que era una persona
de extraordinaria firmeza en sus posturas, creo que en parte por eso pudo
participar en el Comité Central del Partido Comunista durante dos
años. Pero además casi con cada una de las que estamos aquí
sentadas tuvo grandes, grandes discusiones, peleas, es decir no es que
con una sonrisa iba por el mundo no, no. Muy pronto nos hicimos muy amigas
en lo personal y después claro la militancia, en el partido, en
el Frente Amplio, en diferentes ámbitos seguimos, pero era una
persona que cuando una idea se le ponía en la cabeza... en fin,
esa mansedumbre de ninguna manera era signo de debilidad.
Yo sí creo que Silvia fue feliz porque creo que hizo muchas cosas
que le gustaron en la vida, incluso algunas que sin gustarle ella consideró
que las tenía que hacer, porque tenía buenas amigas a quienes
quería mucho, porque adoraba a los hijos que son divinos y que
eran divinos con ella. Por supuesto nadie puede decir quién es
feliz todo el tiempo, pero no diría jamás que era doliente;
es decir, parte de esa apacibilidad era porque era muy reflexiva, pero
yo nunca la pensaría como una persona dolida. Es lo que decía
Lucy recién, es alguien con quien nos hemos divertido enormemente,
que siempre que la llamabas por teléfono estaba pronta para salir
a tomar algo, a salir a juntarse aquí y allá.
Lucy. Es más, formó parte de una extraña organización.
Era una organización clandestina en plena democracia que se llamaba
FGF Frente Gastronómico Feminista, nosotras teníamos nuestro
uniforme el cual la “seria” Silvia usaba muerta de risa, un
delantal amarillo y un gran gorro de cocinera y nos juntábamos
para hacer alguna comida y hablar de política y de cocina.
Alma. Y Silvia supo salir a hacer pintadas FGF por las noches con otra
compañera.
Graciela. Pintó un graffiti: “Como, luego existo”.
Lucy. Pero aparte de eso ella era un sustento teórico del FGF porque
hacía la investigación de la comida, la investigación
desde Colón. Cocinera no era buena, vamos a decir la verdad, ella
nos daba el contexto y la fuente con locuacidad, nos divertimos mucho.
Silvia era muy divertida.
Alma. Yo no sé si era feliz, lo que me parece es que en esa época
fuimos bastante felices todas, por lo menos yo lo recuerdo de esa manera,
estábamos deslumbradas por las posibilidades que se nos abrían
de pensar un mundo absolutamente distinto que tenía que ver con
la condición, las reivindicaciones de las mujeres y era una sensación
plena de estar exultantes y todas las reuniones nuestras eran desbordantes
de surrealismo, eran muy divertidas, porque en realidad siempre estábamos
muy hermanadas en esa época, teníamos un vínculo
intensísimo entre nosotras y además teníamos enemigos
terribles, estábamos rodeadas.
No había organización política de izquierda que nos
mirara con simpatía, éramos la piedra de escándalo,
estábamos amenazadas de expulsión de cuanta organización
política había, ¡esto nos divertía tanto!.
Además - por lo menos yo lo recuerdo así - a mí me
protegió muchísimo porque cuando vino la caída del
bloque socialista, nosotras, todo el proceso de cuestionamiento a las
estructuras autoritarias ya lo habíamos hecho, ya estábamos
del otro lado del muro.
Graciela. Y habíamos tenido razón y eso era lo peor.
Alma. Y habíamos tenido razón y eso nos divertía
más todavía, la gente se quería romper la cabeza
muerta de dolor y de frustración y nosotras decíamos “bueno
me parece que nosotros esto ya lo preanunciamos”.
Graciela. Lo dijimos y lo publicamos y nadie lo leyó.
Alma. Pero es cierto, sin la claridad, la formación teórica,
en realidad no hubiera podido fructificar y esto lo daba fundamentalmente
Silvia.
Graciela. Y a Victoria la mandábamos al muere también, a
escribir y firmar unos artículos que salían en La Hora y
en El Popular.
Victoria. Claro, yo me acuerdo que era los días jueves cada quince
días. Y ahí también nos miraban raro, me acuerdo
que teníamos que hacer como cola porque los que compaginaban la
hoja siempre nos dejaban como al final... Y a veces fueron sustituidos
por alguna receta de cocina en la columna.
Graciela. Con Silvia nos presentamos en CIESU (Centro de Informaciones
y Estudios del Uruguay) que era una de las organizaciones no gubernamentales
en las que había gente de sociología (estaba Carlos Filgueira
como director, Apezechea, Nea Filgueira, Susana Prates) y ahí es
que empezamos a hacer un trabajo de investigación sobre el tema
de la mujer y después fundamos GRECMU (Grupo de Estudios sobre
la Condición de la Mujer en el Uruguay), en el año 83, por
ahí. Me parece que una de las cosas que mencionaba Lucy es que
José Pedro Rilla, por ejemplo, digamos que hizo una buena presentación
pero sin embargo él unió la primera producción de
Silvia “Historia de las Mentalidades” como algo pionero y
lo unió con esta última producción, como diciendo
que, en el fondo, uno siempre escribe el mismo libro. Muy atractiva la
fórmula pero de todas maneras me parece que justamente lo que permitió
esa fórmula atractiva fue invisibilizar toda la producción
que había en el medio, se comió el relleno, y considero
que el relleno es lo que da sustancia a ese último libro de Silvia
y es la importancia que tiene la vida cotidiana para mostrar justamente
a otros sujetos de la historia que nunca aparecen.
Lucy. Yo creo que eso tiene algo que ver con que los historiadores se
olvidan siempre de esa parte, me acuerdo de vos cuando dijiste algo parecido
sobre la historia de Caetano que casi no nombra a las mujeres en el siglo
XX.
Graciela. Me parece que es una cuestión más pinchuda si
ustedes quieren. Creo que se puede interpretar como un exceso de gentileza
de parte de los presentadores, una “politesse”. ¿Y
por qué digo esto? porque el hablar de que Silvia había
hecho investigación como feminista y sobre la mujer no da prestigio,
en la academia sigue sin dar prestigio. Entonces yo creo que es más
“elegante” o les pareció que era mejor, estoy poniéndome
en el lugar de ellos, tuve esa percepción.
Alma. Es muy posible.
Graciela. Alma asiente claramente, porque nosotras estamos en la Universidad
y hacemos investigación en la Universidad y sabemos que en el Uruguay
hablar sobre el tema, hacer investigación desde una perspectiva
de género o que incluya a las mujeres ya es algo que te quita legitimidad.
Alma. Cuando comentamos un poco con Graciela qué hubiera pensado
Silvia de todo esto, Graciela me dijo algo que me convenció, que
es otra manera de mirarlo. Silvia hubiera sentido que hay un reconocimiento
desde la academia, desde otro lugar, un reconocimiento a ella como historiadora
que no dejaba de serlo por ser feminista. Es decir había una deuda
de un trabajo pionero de Silvia y esto resulta una continuidad de aquello.
De manera que me parece que se trató más bien de saldar
esa parte y que para una académica si uno produce algo de género
está bien, ahora si hace otra cosa, entonces es mucho mejor.
Victoria. Yo llegué de Argentina sin saber nada, no vine del exilio,
caí al Uruguay. Tenía militancia en la Federación
Juvenil Comunista Argentina entonces venía como orientada, sesgada
en una determinada línea. Pero la primera cosa que intenté
para conectarme fue ir a una convocatoria en el diario La Hora.
Vivía asombrada y vivo un poco en el asombro siempre. Fue particularmente
en la figura de Silvia, yo ahora recién me doy cuenta hasta qué
punto Silvia fue un referente para ese proceso tan importante que fue
para mí entrar al Movimiento Feminista. Fue como que todas las
fichas empezaban a entrar en lógica, todo empezó a tener
sentido. Y es cierto que fue Silvia la que enlazó la idea de comunismo
con la de feminismo.
Alma. Yo no me acuerdo de eso, lo que si me acuerdo es que las figuras
como Silvia han también podido sostenerse porque la Comisión
de Mujeres del Frente Amplio era una comisión fuera de lo común,
porque la gente realmente era abierta, realmente terminábamos promoviendo
a la otra que era del otro partido porque eso era bueno y eso creo que
sentó un precedente bien importante y en eso Silvia tuvo mucho
que ver.
Graciela. Que era linda ¿alguien lo dijo?
Alma. Muy linda.
Graciela. Una belleza andaluza...
*
Graciela Sapriza, Lila Dubinski, Elsa Duhagón, Alma Espino, Lucy
Garrido, Victoria Szuchmacher (Moriana Hernández y Nadia Delgado
no llegaron) y Elena Fonseca, conductora, en el programa Nunca en Domingo,
en CX22. Diciembre 2006.
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